Dos historias silenciadas daban cabida a esa sospecha. Primero, la vinculación con Alemania de Robert Lehmann Nitsche -director por más de 30 años de la sección Antropología-, de quien se supone que trabajó al servicio de las SS nazis. Luego, la designación como profesor en 1957 del austriaco Oswald Menghin, quien había servido al hitlerismo como Ministro de Educación de su país durante la anexión. Referente de una escuela intelectual retrógrada, utilizó prisioneros del régimen como mano de obra esclava en excavaciones para su Instituto de Prehistoria.
El primer domingo de mayo, entrevistados especialmente en Crítica de la Argentina, dos referentes del Museo respondieron a nuestra publicación. Hablaban de “ignorancia”, de una “campaña infundada” y de “difamación gratuita”. Sin embargo, parecía que no hubieran leído el artículo cuestionado. Se dedicaban a aclarar la diferencia entre una “esvástica sinistrógira” y una “esvástica dextrógira”, como si la filiación nazi de los cajones no hubiera sido negada desde un principio. Por el contrario, ni una palabra decían sobre las historias de Lehmann Nietsche y Menghin. Todavía hoy, un aula de la Facultad de Ciencias Naturales lleva el nombre del racista austriaco.
Para descalificar a La Pulseada, el jefe del Departamento de Arqueología Rodolfo Raffino no tuvo mejor idea que declarar: “Las acusaciones seguramente provienen de sectores que apoyan a las comunidades indígenas”. Amén.
- Este texto aparece como recuadro en artículo titulado "Historia de un secuestro", que saldrá publicado en La Pulseada de este mes (N° 74), donde dedicamos varias notas a problemáticas de los pueblos originarios (y de todos). Pronto en la calle y, en el futuro, más en este blog blasfemo.
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