jueves, 23 de diciembre de 2010

Vacaciones

Me declaro oficialmente de vacaciones. El año cerró complicado, pero no fue malo. Fue un año tremendo (tenía que decirlo: ¡me encanta ese adjetivo!). Fue un año repleto de preguntas. Un año feliz. Un año colectivo. El 31, cuando brinde, con quién sea que esté, brindaré con los grietos y los pulseadores, también con los lulis, con los limones, con algunos unquianos y un puñado de amigos más. Con ellos soy.
Me voy de vacaciones con Clarice Lispector, Nicolás Bourriaud, Nancy Houston y David Lodge. Quizá vaya también Feinmann. Ya les contaré.
Por lo pronto, las próximas semanas mis apuntes serán en papel. Algunos llegarán aquí un día, otros terminarán abollados en el tacho de alguna terminal. Serán una vez más -y más que nunca- preguntas, con algunas citas, proyectos incompletos, mapas de lugares a construir. 2011 será, espero, esperamos, un año para reinventarnos. Brindaré -como Santo- por multiplicar el asombro y privilegiar las sonrisas. Por aquellas amistades: por esa confianza profunda que nos permite sorprendernos una y otra vez. Por que seamos capaces de muchas nuevas irreverencias. Por muchas nuevas locuras realizables (Vero dixit). Brindaré, en fin, por la revolución con la que sueño y vivo, la que se hace todos los días.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Una vergonzosa lección de periodismo

En mi biblioteca tengo el manual de estilo de El País. Me acuerdo que cuando empecé a hacer periodismo, hace diez años, los colegas más piolas decían -y uno repetía- que era el mejor diario de habla hispana (...a mí, igual, siempre me gustó más La Jornada). Ni rastros le quedan. El progresismo lo perdió hace rato, y en política internacional sus operetas son monumentales. Pero además ya no le queda ni la más mínima rigurosidad, por lo menos a juzgar por notas como ésta.


Ahora dicen que Kirchner tuvo dos mandatos, de 2000 a 2008 (?!), hablan de su derrota en las "elecciones de 2099" (Ludovica, un poroto) y colocan como figura política a "Juan Carlos Duhalde". Ajá. Gracias por la lección.

PD: Una vez más, aguante la vocación militante, la honestidad y el trabajo de los medios comunitarios, alternativos o como queramos llamarlos.

La última Pulseada del año

Salió la última de 2010.
Un gusto hacer La Pulseada este año. Como siempre.

Feliz año a todus lus compañerus que escriben, ilustran, fotografían, editan, diseñan, corrigen, imprimen, distribuyen, venden, leen, comentan, discuten y siguen dando La Pulseada.

martes, 14 de diciembre de 2010

Presentación de "La Plata, ciudad inventada"


"...hacer un libro sobre La Plata significaba hacer un poco de justicia

y salir a desdecir los clichés con los cuales comúnmente
se describe y narra a la ciudad. La idea era reconstruir cómo las personas,
sus relatos y visiones singulares del mundo se encuentran y comparten,
por distintos que sean los caminos que elijan (...)
El libro se llenó de amigos, fanatismos, de gente invitando gente que tenía
la otra mitad de una historia como si se tratara de un asado y no de un libro.

(...) La intención tácita de todos los convocados del libro fue hacerle vivir
al lector de qué se trata habitar esta ciudad cuando La Plata tiene escondida
su belleza en un lugar al que no acceden los turistas y que es difícil mostrar"
(fragmentos del prólogo de Celina)

La compilación La ciudad, ciudad inventada tiene 80 autores. La lista incluye músicos, poetas, artistas plásticos, libreros, actores, fotógrafos, periodistas, diseñadores, docentes, arquitectos, ensayistas, realizadores de cine… Ellos son: Gustavo Astarita, Juan Manuel Moretti, Adrián García Bogliano, Sergio Pujol, Daniel Krupa, Anahí Mallol, San Poggio, Marcela Cabutti, Diego Gravinese, Martín Raninqueo, Enzo Oliva, Juan Soto, Helen Zout, Martín Lucesole, Santiago Barrionuevo, Gonzalo Ré, Leo Vaca, Juan L. Bertola, Hernán Rojas, Alberto Sbarra, Igor Galuk, Marcos Archetti, Ezequiel Ortíz, Gustavo Provitina, Jorge Vimercati, Andrés Salinero, Javier Ferreyra, Agustín Sirai, Leandro Aliano, Mora Garese, Pablo David Sánchez, Julia Dron, Gabriel Pérez Raventos, Francisco Ungaro, Fernando Massobrio, Andrés Lavasellli, Julieta Di Marziani, Juan Martín Martínez Zuviría, Pablo Zuccheri, Silvio Zuccheri, Gonzalo Mainoldi, Figurones, Javier Beresiarte, Beatriz Catani, Blas Arrese Igor, Federico Mutinelli, Daniel Badenes, Jorge Muiña, Mariel Zabiuk, Martín E. Graziano, Gabriel Vallejos, Juan Dolce, Matías López Donadío, Febe Chaves, Facundo Bañez, Omar Giménez, Alan Talevi, Maximiliano Costagliola, Eric Schierloh, Eduardo Cejo, Jaquelina Abraham, Pablo Morgante, Marcelo Metayer, Marcelo Rizzo, Gustavo Caso Rosendi, Agustín Masaedo, Juan González Moras, Mario Arteca, Esteban Rodríguez, Kubilai Medina, Lucas Finocchi, Fernando Rickard, Luciano Mutinelli, Sergio Poli, Luz Maggio, Javier Maldonado, Ramiro García Morete, María Eugenia López, Julián Axat y Agustina Cicchetti. El trabajo de compilación fue realizado por Celina Artigas.

El libro se presenta el próximo 16 de diciembre a las 19 horas, en el Galpón de Encomiendas y Equipajes (18 y 71).

domingo, 12 de diciembre de 2010

Libre

Esta tarde murió Adriana Calvo. La comandante. Una voz inconfundible del tiempo en que el país empezó a escuchar a los sobrevivientes de los campos de concentración. A su memoria, comparto un artículo escrito hace casi cinco años, cuando recién arrancaban los juicios que impulsó con obstinación.

HISTORIAS DE QUIENES SOBREVIVIERON A LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
Aparecidos con vida

Cuatro ex desparecidos cuentan sus días una vez fuera del centro clandestino de detención: el miedo a la calle, la necesidad de hablar, los lazos a reconstruir, los silencios obligados y las mentiras piadosas, sus reencuentros con la militancia y el reclamo de justicia. Cómo afrontaron la estigmatización y el peso de una pregunta sin respuesta: “¿por qué sobrevivimos?”

“Piensa que la alambrada sólo es un trozo de metal,
algo que nunca puede detener sus ansias de volar.
Libre, como el sol cuando amanece, yo soy libre como el mar...
como el ave que escapó de su prisión y puede, al fin, volar...
como el viento que recoge mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar detrás de la verdad y sabré lo que es,
al fin, la libertad” (Nino Bravo, Libre)

Cuando en octubre de 1977, después de mucho buscarla, un grupo de tareas la encontró en una estación de subte, se tiró al piso y pensó que estaba muerta.
Graciela Daleo militaba hace tiempo en la organización Montoneros y, a diferencia de muchos secuestrados, “tenía la dimensión de la represión que estábamos sufriendo”. “Los días previos al secuestro no fueron muy diferentes a lo que venía siendo mi vida en los últimos años”, recuerda. Desde mediados de 1975, cuando arreciaba la violencia para-estatal de la derecha peronista, había entrado en la clandestinidad y la huída ocupaba casi más tiempo que la militancia política. Y entre el llanto cotidiano por la pérdida de compañeros, forjó la “terrible certeza” que significaba la cercanía de la muerte, que no la acobardó: “No se me ocurría decir ´me voy, me borro, me abro´. Era mi responsabilidad, mi vocación, mi decisión, mi pasión”.
Ese día Graciela entró a la estación Acoyte como cualquier señorita. Tenía los ojos y los labios pintados, sandalias de taco y llevaba un saquito rojo de corderoy. Sus captores, hombres de civil armados hasta los dientes, dudaron si era ella. Después de confirmarlo, la subieron al asiento trasero de un auto que se dirigió a la ESMA. Fue entonces cuando ella sintió esa “especie de alivio” por saber que la persecución había terminado.
“Yo tenía la convicción de que el ciclo era: secuestro, tortura, mayor o menor tiempo después de eso, y que el destino era la muerte”, rememora. Pero el circuito fue más complejo. Después de varias sesiones de tortura, le comunicaron que había sido “seleccionada para el proceso de recuperación”, una particular invención de los represores de la ESMA: “se me utilizaba como mano de obra esclava. Mi tarea fue escribir a máquina”. Después de quince meses en el campo de concentración, vivió un par más con “una especie de libertad vigilada” en Bolivia, hasta que pudo exiliarse en Venezuela y luego en España. Sólo le faltaba sentirse viva, como un ave que escapó de su prisión.

El hundimiento
Pero aquellas no eran prisiones, sino campos de concentración. “La vida cotidiana ahí es indescriptible”, dice Rufino Almeida, que estuvo casi dos meses en El Banco, un centro clandestino situado en la intersección de la avenida Richieri y el Camino de Cintura: “el ruido es permanente: los gritos, la tortura a toda hora”. A Rufino lo buscaban desde 1977, a raíz una huelga en una fábrica de Florencia Varela, donde trabajaba desde los 18. Recién lo encontraron en junio del año siguiente, cuando “cayó” buena parte del grupo anarquista al que pertenecía, Resistencia Libertaria. Cuando llegó a El Banco tenía 21 años y un nombre. Los represores lo bautizaron G55 y le advirtieron que eran dueños de su vida.
“Todo tiende a la despersonalización, la cosificación”, dice Nilda Eloy, que pasó por seis campos del denominado “Circuito Camps” –algunos de tortura, otros de depósito, uno de exterminio– antes de que la llevaran a la cárcel de Devoto: “a medida que pasaba el tiempo, vos ibas dejando de ser persona. La palabra ´pozo´ es muy clara, porque es como que vos te ibas hundiendo. No existías arriba, no eras nadie, no estabas. Y perdías las cosas más elementales, como la posibilidad de ir al baño o tener un ritmo de comida”. Por eso, allí más que nunca, los pequeños actos de resistencia fueron claves: “nos permitían seguir sintiéndonos seres humanos”.
Nilda estudiaba medicina, era instrumentadora quirúrgica y también trabajaba en el negocio familiar: un kiosco y una parada de diarios. “Vivía muy absorbida en lo que yo hacía. 13 o 14 horas diarias de trabajo y el resto estudiaba”, evoca. No quedaba tiempo para la participación política, que sí había tenido en el colegio secundario, y que recuerda como clima de época. El 24 de marzo del 76 no la había sorprendido: “éramos una sociedad acostumbrada a los golpes”, dice con una frase que adquiere doble sentido cuando relata el cautiverio de más de dos años, las golpizas, la tortura con picana.
Fuera de ese contexto, las rebeldías que relatan los sobrevivientes podrían parecer muy mínimas. No se trataba de “gritarle ´asesino´ al represor, escupirlo, putearlo o fugarte”, dice Daleo: “para mí lo más importante fue compartir las palabras y las miradas...”. Nilda coincide: “a veces el solo hecho de ir corriéndote despacito para poder tocar al otro, aunque más no sea rozarlo, alcanzaba... Uno sabía el terror que sentís cuando recién llegás y te tiran adentro de una celda después de una sesión de tortura. Entonces, aunque después te molieran a golpes, vos tenías que comunicarte con ese compañero, tenías que hablarle, que supiera que había alguien más con él”.
A veces iban mucho más allá. Nilda recuerda cuánto cantaban las mujeres en el cuarto sitio de su cautiverio: “Por supuesto que nos castigaban por eso. Los volvíamos locos. No entendían cómo nosotros podíamos cantar algunas cosas”. Entonaban y desentonaban desde la marcha de San Lorenzo hasta una traducción propia de “La pájara pinta” al alemán, al francés y al guaraní. Y la canción de Nino Bravo: Libre. “¿Libre? Estábamos atadas de manos, tabicadas, metidas adentro de calabozos, y nosotras cantando como locas”.
Adriana Calvo, que estuvo detenida ilegalmente tres meses, nunca olvidará los actos de solidaridad porque a ellos debe la vida de sus hijos. Ella trabajaba en la UNLP, aunque la secuestraron cuando recién volvía de vacaciones y no se había reintegrado por la varicela de Santiago, de un año. Con él estaba cuando se la llevaron, la mañana del 4 febrero del 77, pero el chico fue arrebatado de las manos de un oficial por una vecina, que lo cobijó hasta que la madre fue liberada. Adriana no imaginaba que la secuestrarían, aunque participaba del gremio docente de Ciencias Exactas, uno de los pocos sindicatos que sostuvo una declarada posición antigolpista. “En La Plata, los Falcon que pasaban despacito”, evoca gráficamente: “era cotidiano ir por la calle, mirarlos pasar y quedarte helada. A pesar de todo eso, yo no esperaba que me pasara a mí. Fui una más de las que pensaron que la represión iba dirigida al movimiento guerrillero, armado”.
Además de Santiago, tenía una hija un poco más grande y estaba embarazada de seis meses. Dio a luz mientras la trasladaban de un centro clandestino a otro. “Cuando llegué a Banfield me llevaron a la zona de celdas con Teresa. A todos los demás nenitos que hubo se los habían llevado. Pero pasaban los días y no venían a buscarla y era una cosa loca tenerla en ese lugar, que no era precisamente una nursery. Las condiciones eran absolutamente terroríficas: la higiene, el frío, el hambre y la indiferencia, que era lo peor... A uno le daba la impresión de que se estaba hundiendo”, coincide con Nilda en la expresión. “No se comía prácticamente nunca. Pero cada vez que había comida recibía de las compañeras, que tenían tanto hambre como yo o más. Dejaban de comer para darme a mí, porque estaba dando de mamar a Teresa... En una oportunidad el lugar estaba lleno de piojos, y esta gente tuvo miedo de contagiarse y decidió echar una pastilla de Gamexane. Con nosotros adentro, por supuesto. Entonces abrieron la celda y se quisieron llevar a Teresa. Yo sabía, no mucho pero sabía, que eso era un peligro. La agarré así y la puse contra el fondo de la celda. Las compañeras hicieron una barrera, se vinieron todas encima. Éramos veinte o no sé cuántas. ´¡No se la llevan, no se la llevan!´, gritando como leonas. Fue impresionante. Y no se la llevaron. Teresa se bancó el Gamexane igual que todas, pero se quedó conmigo”.
“De la parte física si seguías vivo te ibas a recuperar”, dice Nilda, “pero si te perdías mentalmente, chau”. Sin la solidaridad, dicen, no estarían vivos. Fue por esas miradas, las caricias, las palabras, que nunca lograron detener sus ansias de volar.

La vida después de la muerte
Pudieron soportarlo todo, pero no se trataba sólo de sobrevivir. Había que volver a vivir, y no fue nada fácil. “Yo no podía andar en la calle, no me podía relacionar”, dice Nilda: “salí en plena dictadura y me encontré con una Argentina que había cambiado. No solamente con que había televisión color, que para mí era increíble. Vos sentías el silencio. Era otra sociedad”.
Ni bien pudo, Nilda se exilió en España con su compañero: “Estuvimos un año y pico. Volvimos el 30 de marzo del 82. Ese día, en trayecto de Ezeiza a La Plata, pasaban en la radio las noticias de la manifestación en Capital. Pensamos que se estaba abriendo… Tres días después, Malvinas. Yo me quería volver nadando”. De ese año también recuerda los festejos del centenario de La Plata, el 19 de noviembre, con “todo el mundo en la calle”. “No me lo banqué. Me parecía que me miraban, que me reconocían, que yo reconocía a su vez. Y eso que iba con mi compañero y mi mejor amiga, de la infancia, uno de cada lado”. No fue la única que tuvo esa experiencia. Para Graciela “era prácticamente insoportable estar en una estación de tren, en un aeropuerto, en un lugar donde sentía que ellos me podían estar mirando de cualquier lado. Lo que te implica un estado terrorista: la sensación de la omnipresencia de ellos. Me costó muchísimo superarla”.
Peor aún si la persecución era real, como le sucedió a Rufino y su pareja. A cualquier hora, dos de sus verdugos se presentaban en su casa o en el trabajo para controlarlos. Además les dieron un teléfono al que debían llamar todos los miércoles. Esa vigilancia duró hasta el 83: “nosotros abandonamos todo contacto con el mundo. Yo me acuerdo que retomé la facultad e iba con saco y corbata”.
Adriana también quiso volver a la facultad, que era su trabajo, pero no pudo. Cuando pidió reincorporarse a su cargo, el decano de la dictadura reclamó un papel que certificara que había estado presa. Ella puteó. Unos meses más tarde, quedó cesante por abandono de cargo. El azar la recompensó con un puesto en una empresa chica que fue su “refugio” durante los restantes años de dictadura y le permitió dedicarse a recuperar “en un sentido afectivo” a sus hijos, para quienes había estado de viaje, un curioso y largo viaje que empieza sin previo aviso ni beso de despedida. Recomponer otros afectos era una meta más lejana: “de mis amigos, el que no estaba exiliado, estaba clandestino, rajado, fugado, echado… Y para buena parte de los conocidos, no amigos, el haber estado en un campo de concentración y haber salido te convertía poco menos que en sarnoso”.
Ella quería hablar con alguien. “Cada uno reacciona como puede”, dice Adriana, y se refiere tanto a su necesidad de contar como al “no querer saber” de su familia: “Yo necesitaba desesperadamente contar lo que había pasado, lo que era eso, a quiénes había visto. No te dejaban. No mal, bien”. Tiene el recuerdo patente del día que sentó a su hermano mayor en una habitación y cerró la puerta:
–Te quiero contar, necesito contarte.
–No, Adriana, no lo hagas porque te hace muy mal.
Ella se quedó con la boca abierta. Ningún viento parecía capaz de recoger sus lamentos, su pesar.

Ya no ser sólo un sobreviviente
No era la única con esa necesidad, dice Adriana. “Y no había ámbito para decirlo, porque tampoco se podía en los organismos de derechos humanos. Mirá si le iba a contar a las madres lo que era un campo de concentración, lo que fueron las torturas, el hambre, el frío: era imposible. Íbamos y les contábamos ´lo vimos´, ´no lo vimos´, ´estaba bien´. Mentíamos asquerosamente. Delante de los familiares, qué vas a hacer...”
Por eso su vida “cambia radicalmente” después del 83, cuando abandona el ostracismo para militar en derechos humanos: “Yo estaba buscando... quería hacer algo por los compañeros que habían quedado adentro. Era como algo a presión, que explotaba. Salí a hacer todo”. A partir de su testimonio ante la CONADEP y en televisión, no sólo conoció familiares sino también a otros sobrevivientes de los campos. Así se gestó la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, que para muchos significó una forma de regresar a la militancia después del horror. Con el tiempo acuñaron un lema: “Porque luchábamos desaparecimos. Porque aparecimos seguimos luchando”.
Sin embargo, el ocaso de la dictadura no se plasmó en catarsis para todos. Nilda, por ejemplo, estuvo 20 años en silencio. Siguió en el mismo kiosco donde trabajaba antes de su secuestro: “es un lugar de referencia del barrio, todo el mundo me conoce y sabía cuál era mi historia. No había un ocultamiento. Lo que había en mi caso era una imposibilidad de pasar de lo privado, de las personas con las que lo compartí desde un principio, a lo realmente público, que involucra la denuncia”.
“No podía creer en la Justicia de acá ni por casualidad. Pero yo veía que en ese juicio sí podía creer”. Nilda se refiere a la causa iniciada por el fiscal español Carlos Castressana en 1996, cinco días después de la masiva marcha en Buenos Aires por el vigésimo aniversario del golpe. Por eso, el día que leyó que Castressana daría una conferencia en La Plata fue a la Facultad de Derecho: “al final me acerqué, le di la mano, le agradecí porque no tenía otra forma de explicarle la palabra ´justicia´ a mi hija, y me largué a llorar. Al lado de Castressana estaba (el rector de la UNLP, Luis) Lima y un montón de jetones varios, mucha gente, y a mí no me conocía absolutamente nadie. Y no paraba de llorar...”. Uno de los que se acercó a consolarla fue Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA. Terminó comiendo en su casa, e invitada al encuentro de sobrevivientes que se haría el siguiente fin de semana: “Creo que fue uno de los pasos más importantes que di en mi vida; el que me ayudó a caminar de ahí en más. Fue la primera vez que estaba con un montón de gente ante la cual no tenía que dar ningún tipo de explicaciones: tenía un lenguaje común por compartir una experiencia común. Yo sentía que el otro me entendía sin tener que dar una vuelta específica. Yo podía abrir el más atroz de mis recuerdos sin que a nadie se le fueran a parar los pelos. El otro había pasado por lo mismo. Esa contención no te la brinda ni el mejor equipo de psicoterapeutas del mundo. A partir de allí, podés estar en cualquier ámbito: aunque estés sola, que no estás sola”.
Junto a su compañero de toda la vida, el contacto con otros sobrevivientes fue vital para lo que Nilda denomina “reconstruirse” y Rufino nombra como un largo y duro “proceso de recuperación”, trocando el sentido, acaso sin notarlo, de la sombría expresión acuñada por los represores de la ESMA: “Se es ´sobreviviente´ hasta el momento en que uno puede empezar a asumir de nuevo su propia vida. Porque vos vas con una elección de vida, con una forma de hacer las cosas, y resulta que un día te cruzan, te cortan esa vida y te dicen ´vos tenés que vivir de otra manera: dedicate a tu familia, no te metas en política...´. A partir de ahí, volver a retomar tus propias cosas, tus propios valores. Ahí pasás a la aparición con vida”. No es lo mismo que sobrevivir: “Aparecer con vida es un proceso. Un proceso de retomar la lucha, retomar tus valores, retomar el lugar que te quitaron cuando te reprimieron. Sobrevivir, sobrevivimos todos”.

Del estigma al compromiso
Participar y recuperar la voz pública tuvo sus dificultades: en los ´80 hubo una tendencia a ocultar la militancia de muchas víctimas del terrorismo de Estado, que se sumaba a cierta estigmatización por haber sobrevivido.
“Era como que los desaparecidos hubieran nacido el día que los secuestraron, no tenían una historia. Todos estaban en la agenda de alguien, se los llevaron en calzoncillos y eran chicos inocentes”, evoca Graciela. El disimulo de la participación política previa al golpe, sobre todo por parte de familiares de desaparecidos, era producto de la presión que ejercía la llamada Teoría de los Dos Demonios. Esta argumentación, que buscó justificar a los genocidas convirtiendo a sus propias víctimas en responsables del golpe, sostenía que “durante la década del ´70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda”, como quedó escrito en el prólogo del Nunca Más. “Fue muy preligrosa la plasmación cultural que tuvo, porque no fue solamente algo institucional”, recuerda la ex desaparecida de la ESMA.
“A treinta años, si hay algo que sintetiza la historia mirada de acá para atrás es que la dictadura no vino contra la guerrilla. Vino en contra del pueblo argentino a imponer un proyecto de país y de Latinoamérica”, rebate Rufino, quien por eso sostiene que “nosotros no somos las víctimas, sino parte de las víctimas. Sufrimos directo la tortura y la cárcel. Pero todo lo demás lo sufrieron todos”.
Bajo aquellas ideas, el camino para retomar la militancia –parte del proceso de aparición con vida– no era nada llano. Graciela ni bien tuvo algo de libertad: en Madrid formó la Agrupación Peronista Liberación o Dependencia con exiliados y otros sobrevivientes de los campos, y cuando regresó al país también se arrimó al justicialismo, pero “me sentía como una marciana en torno a los códigos políticos, porque la militancia tenía referencias muy institucionales”. También pasó por el Frente Amplio, en los años que vivió en Uruguay. Pero aunque participa de la Asociación, forma parte de una Cátedra Libre de Derechos Humanos y puso “actitud militante” en diversos trabajos editoriales, siente “una falta, como esas cosas que les pasan a los amputados, que extrañan la pierna cuando ya no la tienen. Creo que no he logrado recuperar la posibilidad de integrarme a una expresión política de un proyecto. Podría decir: ´ será porque tampoco la hay´. Puede no haber nada que me enamore de la forma en que me enamoró la militancia revolucionaria cuando salí del colegio secundario en el 66, pero tampoco a mí me da el cuero como para decir ´empiezo´, como aquella vez, que cuando salimos a militar éramos quince”.
Adriana volvió a la arena gremial ni bien pudo, y Rufino dice que a principios de los ´80 “la idea fue retomar la militancia pero no en lo político, sino más social”. Entonces integró una cooperativa de trabajo de carpinteros, que funcionó en La Plata hasta el 2000, agobiada por la crisis económica. A mitad de los ´90 se integró a la organización de ex desaparecidos, y actualmente coordina el área de Empresas Autogestionadas de la CTA, que nuclea a empresas recuperadas y otros emprendimientos productivos solidarios.
Algunos sobrevivientes, en cambio, ingresaron a la militancia a través de los organismos de derechos humanos, como Nilda; y otros abandonaron sus barcos, quebrados por la experiencia de la dictadura. “Muchos compañeros toman la derrota como una cosa definitiva”, interpreta Rufino, que disiente con ellos: “Yo no niego la derrota, lo que estoy negando es que sea definitiva”.

Tras la verdad
“Cada uno tuvo sus tiempos”, dice Nilda sobre la disposición a dar testimonio, aunque su frase también le cabe al paso de sobreviviente a aparecido con vida. Lo cierto es que, así como la necesidad de hablar y participar de unos estalló incluso antes del 83, otros ex desaparecidos persisten sumidos en el silencio.
–¿Qué les dirían? –pregunta La Pulseada.
–Que ya es hora –sentencia Adriana.– Pero ´ya es hora´ no como un reproche. Cada cual hace con esta historia lo que puede, pero ya es hora que se saquen ese peso de encima.
Nilda contesta con la lección de sus veinte años de silencio:
–Hablar es saludable: te empezás a curar, aunque nunca te van a cerrar las heridas. Y podés ayudar, incluso a los que quedaron adentro del campo. Porque uno de los caminos para hacer justicia es que podamos hacer una reconstrucción lo más acertadamente posible Para armar el rompecabezas necesitamos los pedacitos de recuerdos de todos.
Porque así, superando miedos, recuperando sueños y caminando sin cesar detrás de la verdad, los aparecidos aprenden lo que es, al fin, la libertad.

Publicado en La Pulseada Nº 37, marzo de 2006.
Producción periodística: Lucas Miguel y Daniel Badenes
Textos: Daniel Badenes

sábado, 11 de diciembre de 2010

Soldati y las fronteras del progresismo

Hace unos días leí en la introducción de un libro histórico publicado por la propia cana en 1980: "Desde la alta política hasta los dramas de la miseria, todos los acontecimientos de una nación están conectados con la Policía".
De un tiempo a esta parte, teniendo cerca académicos piolas que han pensado el tema, y decidido a que sea parte de nuestra agenda (en mi caso, como un desafío periodístico), comprobé con pavor que la política de seguridad y el gobierno de la policía constituyen el límite del progresismo y las izquierdas. Así y sin matices. Lo escribo pensando en todos: los que se dicen, los que parecen, los que uno identifica como tales. Ni Kirchner ni Cristina, ni Binner ni Fabiana Ríos, ni tampoco Chavez o Lula, Evo o Correa, ni las enunciaciones de quienes no gobiernan (y asumamos que la izquierda cinematográfica definió a la "seguridad" como "derecho humano" mucho antes que el Discurso de CFK a la clase media argentina, pronunciado ayer), en fin, absolutamente ninguno tiene en ese plano una propuesta distinta a la derecha.
Estas líneas venían tan sólo a decir que no tengo tiempo o que no tengo cabeza para escribir, que Soldati me revuelve el estómago como las muertes en La Primavera. Cuando no hay tiempo, hay links, propuse en algún post anterior. Vuelvo entonces a esa idea, mientra Soldati nos atormenta, porque Esteban pudo apuntar unas líneas sobre el desgobierno de la policía y la especulación electoral, que comparto plenamente.
No sé qué hará Nilda Garré, a quien prefiero antes que Alak y Fernández, que siguen siendo parte del gabinete. Sé que crear un Ministerio de Seguridad separado de justicia y derechos humanos, me suena mal. Sé que el columnista de TN sorprendido por "una mujer a la cargo de la Policía, algo que nunca se ha visto" es un imbécil. Sé que en el gobierno de esa policía que está conectada a todos los dramas de nuestra historia, no hay progresismo a la vista, ni dentro ni fuera del kirchnerismo. Y me preocupa.

PD: Sobre lo que pasa en Soldati, hay una excelente cobertura fotográfica de la cooperativa Sub. Y esta carta de un docente me basta para no tener más palabras.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LeTercerMonde >> El queme diario

LTM nace un grupo de estudiantes y graduados de sociología que no se creyeron la impostura circunspecta de la academia. Con ironía, sin temerle a lo bizarro, trata en notas breves temas de interés general y no tanto: “Nos dedicamos a generar contenidos osados y a comunicarlos a partir de formas y canales no convencionales o alternativos para las ciencias sociales. Apuntamos a un público amplio al que no suele tenerse llegada desde las usinas de conocimiento”, buscando “desnaturalizar lo que creemos debe ser reflexionado críticamente para poder transformarlo”, dice su presentación más formal, con una prosa que difiere de sus sloganes cotidianos: “el queme diario”, “ciencias sociales digeribles”, “de interés general, como Almorzando con Mirtha Legrand”, “porque a la revolución le falta marketing, acá estamos”.
Lxs muchachxs se divierten. Parodian a los sitios informativos (LTM no tiene “enlaces relacionados” sino “posts de la misma calaña”), juegan a ser una poderosa cadena (con producción audiovisual y corresponsales en el exterior) y hasta organizan concursos. Hacen notas sobre todo: vivienda, fútbol, seguridad (la especialidad de Santo, su director, “el Fontevecchia de la centro izquierda”), música (rock pero también cumbia), sexualidad (con buenas notas como “El deseo en jaque”) y mucho más. Contracara del mérito de la actualización diaria, los artículos son desparejos y a veces son mejores las provocativas líneas que los presentan en Facebook, donde tiene unos 1500 amigos. Pero vale la pena seguir a estos “conchetos con conciencia social (y sus contradicciones) que recorren Latinoamérica en busca de calmar sus culpas pequeño burguesas”.
LTM tiene además otros proyectos: produce una agenda semanal, bocetó una linda revista (el Tercer Mundista, “Ciencias Sociales para el bolsillo de la dama y la cartera del caballero”) y más. “Creamos y nos divertimos. Creemos y nos divertimos”. Se nota.

* Publicado en la sección de Tráfico de Tentaciones de La Pulseada en septiembre. Lo traigo a colación porque acaban de lanzar los Premios 2010, donde este humilde servidor está nominado (Rubro Mejor colaboración).

PD: En la interna de LTM, banco a muerte a Germán, voto por Sentipensante (en Relaciones 2.0) y guardo alguna fidelidad a Santo, colego y amigo, flamante colaborador de La Pulseada y director de contenidos del sitio, ya camino a la reelección. Más allá de los premios, banco a LTM, por la heterodoxia, por bancarse las contradicciones, por pensar divirtiéndose. Que sigan los éxitos.

martes, 30 de noviembre de 2010

Doble

Caramba. Acaban de llegarme dos revistas: la amiga paranaense Barriletes y la mexicana Consideraciones. En ambas está mi nombre. Pienso este año (...entramos en época de cervezas y balances) y ciertamente ignoro cuándo tuve tiempo de escribir esas cosas, pero por las dudas no les voy a desmentir la firma. Debo haber sido yo, de madrugada, como casi siempre.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Anti-kirchnerismo coyuntural


La muerte de Néstor Kirchner fue el hecho que motivó a intelectuales y periodistas para repasar y remarcar las justas medidas que el Gobierno tomó en favor del pueblo.
El asesinato de Roberto López, originario del Pueblo Qom, debiera ser (al menos para quiénes dicen estar del lado del pueblo) el momento justo para denunciar la violación de derechos humanos y, sobre todo, la complicidad política que ocasiona esos asesinatos

Excelente Darío Aranda, acá. También muy bien Mario Wainfield en esta columna, en el diario que no tiene computadoras e internet para sus cronistas [...por eso estuvo saliendo sin firmas].
Para seguir el caso de primera fuente, el blog de la comunidad qom Navogoh.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La torta y las hormigas

A propósito del aniversario de La Plata, Santo [el ciudadano] insistió e insistió, hasta que anoche me dispuse a escribir una notita para Letercermonde.
Habla sobre los caprichos de Rocha, el asado podrido y la foto trucada de la fundación, y las ciudades que se frustraron. Sostiene que es quizá su majestuosidad imposible lo que debemos festejar en la ciudad donde las hormigas se morfaron la torta del Centenario.
En fin, la efeméride de los fuegos artificiales ha parido una irreverencia propia de este blog, pero fuera de él, que dejo linkeada acá.

IMAGEN LA LITOGRAFIA DE QUINCIO CENNI (1885),
SOBRE UNA IMAGEN TRUCHADA DE LA FUNDACIÓN

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Huellas de ambulantes

[Dentro de unos días hará un año del comienzo de la Muestra Ambulante 5. Dentro de unos días, también, saldrá a la calle La Plata, ciudad inventada, un libro donde 80 autores intentamos contar algo de la ciudad que Rocha no imaginó: la que vive en sus bares, librerías y centros culturales, en sus artistas y en los jóvenes que la pedalean diariamente. "Huellas de ambulantes" es el artículo que escribí para ese libro]


“Variar el sistema que nos rige y cambiar las estructuras clásicas
en cuanto a medios que movieron el arte hasta nuestros días,
romper con los habitáculos, salir y ganar la calle, forman en su todo
la nueva actitud de los agitadores del día y la noche que se proponen
realizar por vez primera una ´revulsión´ que no sea únicamente
formal y estética sino de cambio real de vida”.
E.A. Vigo, 1971

La ciudad cambia todo el tiempo. No sólo difiere de la que imaginaron Rocha o D´Ámico: también es distinta de la que otros quisieron, de la que fue hace cincuenta años, incluso hace diez o cinco. De cada una quedan huellas, imaginarios, fantasmas y ausencias.
Hablar de la experiencia de la Muestra Ambulante requiere usar el plural –las muestras– y hacer algo de historia. De la intervención en el otoño de 1995 al barrio completamente intervenido por artistas la primavera pasada, cambió el territorio y cambió el grupo La Grieta, por obra incluso de la propia Muestra. Acaso el mérito más grande haya sido renovar la búsqueda cada vez, subir la apuesta y no dejar que se convierta en tradición. La Muestra no se reedita: se reinventa, porque sólo así puede desafiar los sentidos una y otra vez.
Sobre la Muestra Ambulante, lo primero que hay que decir es que no es una muestra. En todo caso, son muchas y atípicas muestras –diversas, inconclusas, participativas–. Es una obra colectiva hecha de muchas obras. Es una intervención artística en la ciudad y, también, quizá, sobre todo, una intervención social y política. Lo segundo es que no es ambulante. Ambulantes son sus participantes, invitados a perderse en un barrio. La idea original –que podría concretarse algún día– era que cada vez se hiciera en una zona distinta. Pero llevar el arte a los comercios, a las casas de los vecinos y a otros espacios de la vida cotidiana requiere una confianza que sólo se construye con tiempo y trabajo. Así, la intervención quedó identificada al barrio que habita el grupo que la pensó y la impulsó: Meridiano V, en el sur del casco urbano, donde transcurrieron cinco muestras entre 1995 y 2009.

*
Los espacios artísticos alternativos y las prácticas culturales imprevistas por los mentores de la ciudad perfecta se desarrollan sobre las heridas de una ciudad que quiso ser y no fue y sobre las huellas de una ciudad que fue y ya no es.
Meridiano V, que aún convive con el tufo nostálgico de su pasado ferroviario, fue el territorio de todas las muestras ambulantes realizadas hasta hoy. Desde sus inicios –asociados a una vocación editorial– el grupo La Grieta está vinculado a sus calles. Aún en su época nómada, habitando lugares prestados, la mayoría de los integrantes vivía en ese barrio identificado con la estación provincial del tren, que dejó de circular hace ya 33 años. La relación se consolidó en 2004, cuando se empezó a construir un centro cultural a partir del ruinoso Galpón de Encomiendas y Equipajes, donde hoy se desarrollan talleres y funciona una sala de lectura no convencional, entre otras actividades que se realizan.
En los últimos años, en buena medida gracias a iniciativas autogestionadas, todo el barrio se convirtió en una suerte de zona cultural de la ciudad, con proyectos diversos y potencialmente contradictorios. La Muestra Ambulante es parte de ese imaginario.
Pocos tienen registro de la primera experiencia, allá por 1995. Donde hoy está Ciudad Vieja aún había un almacén de ramos generales, que fue parte de la primera propuesta de la Muestra: sacar el arte de sus lugares convencionales, para llevarlo a la vida cotidiana. De la galería a la verdulería era una de las consignas de la experiencia que transcurrió en un puñado de comercios. Además hubo algunas actividades en la calle y en los andenes de la vieja estación, por entonces abandonada. Meridiano V era un barrio venido a menos, cada vez con menos movimiento. El adoquinado playón de 17 y 71 funcionaba, en la práctica, como una terminal de micros.
Pasó una década hasta las siguientes muestras ambulantes: 2005, 2006, 2007 y 2009 –esta última co-organizada con el colectivo Medio Limón–, que encontraron un barrio distinto, con La Grieta habitando aquel Galpón. La Muestra creció: hubo más artistas, más amigos organizando, más preparación durante el año, más espacios intervenidos. Ya no se trataba de confrontar con el centro sino de discutir el lugar propio. Así surgió la idea de que los vecinos abrieran sus garajes para provocar un reencuentro de lo privado con lo público y poner en tensión sus límites.
Se buscaba recuperar los espacios compartidos, la confianza y la vocación de encuentro, mientras la ciudad mostraba cada vez más rejas, cámaras de seguridad y vecinos en alerta. Se trataba de juzgar a los otros como pares y no con la sospecha propia del olfato policial.

*
Spegazzini, Ameghino, Korn, Vucetich, Almafuerte: la historia oficial de La Plata se escribió con un puñado de referencias personales y ahí quedó, congelada. Pocos relatos nombran, por ejemplo, a Álvaro Yunque, a John Willliam Cooke o a Edgardo Antonio Vigo, un platense mundialmente reconocido y abrumadoramente ignorado en La Plata. La obra de Vigo fue bastante solitaria, pero sus premisas para revulsionar el arte fueron retomadas por colectivos en los últimos tiempos. Atraviesan la historia del grupo cultural –y político– La Grieta y de su principal intervención artística y política: la Muestra Ambulante. “Si el ARTE DE CONSUMO se ha constituido en una forma de alienación [escribía Vigo en 1971], como contrarréplica, se deberá PROPONER más que HACER. La calle no acepta ideas ni teorías extrañas a ella misma, UN ARTE EN LA CALLE no es sacar lo viejo a tomar sol (acercamiento pedagógico del arte tradicional enclaustrado) ni tampoco armar formas nuevas que disfrazan su ancianidad, sino una NUEVA ACTITUD (lúdica) que concilie todos los elementos inherentes a ella misma”.
Aunque no siempre se lograra, una idea fundamental de la Muestra fue buscar participación más que contemplación. La invitación a pintar objetos propios que se movieran por la muestra –zapatillas, bicis o lo que fuera– o la práctica de cocinar entre muchos en una vereda, son algunas propuestas memorables en ese sentido. Esto conduce, por supuesto, a pensar la cultura más allá de las Bellas Artes. Las muestras ambulantes incluyeron propuestas gastronómicas, juegos en la vereda, una radio itinerante, una televisión comunitaria....
Si desde su primer planteo la Muestra fue más allá del arte validado por la academia y los curadores de galerías, costó más distanciarse de la lógica del espectáculo. Hubo quienes no dejaron de ser artistas-golondrinas, que pasaban por la Muestra como quien atraviesa un peaje. La búsqueda, sin embargo, fue siempre la de generar un lazo distinto entre el artista y el vecino, entre el artista y el visitante e incluso con los organizadores. Compartir los materiales, los gastos y también los diálogos, puso a cada artista o colectivo participante en un lugar de “co-gestión” necesario para suscitar una actitud distinta a la de quien expone en galerías u ofrece un show por contrato.

*
Chicos y viejos; muchos jóvenes. Pintores, músicos, mediadores de lectura, bailarines, luthiers, poetas, fotógrafos, jugueteros, actores, titiriteros, magos. Gente de nuestra ciudad y de otras partes del país. La Muestra se abrió a todos los lenguajes y se construyó con sus mezclas. “Nunca sabemos todo lo que sucede en la Muestra. Por eso también son apasionantes los relatos de lo que cada quien experimenta. La Muestra es un pacto. Establece un marco de confianza que invita a ser parte”, sugería en pocas líneas el inmenso folleto desplegable de la última edición. La dimensión que tomó la experiencia, involucrando casi treinta casas familiares y otros tantos comercios, con unos quinientos artistas y miles de deambulantes participando, hace que haya mil y un relatos.
Lo más interesante de la Muestra es la imposibilidad de conocerla por completo. Ni siquiera para quienes coordinamos la convocatoria es factible. Entonces cobra interés el detalle: cada anécdota, cada creación, cada encuentro. Al fin y al cabo, se trata de una mega propuesta hecha de pequeños trazos. Sin grandes actos ni figuras convocantes. Lo que la distingue es la atmósfera que genera, que posibilita escenas guardadas en la retina de esos espectadores que dejan de ser espectadores.
Al impulsar trabajos colectivos, al ocupar el espacio público de otro modo, al cambiar rutinas del barrio, la Muestra Ambulante también deja huellas. Aquí y allá ocurren situaciones donde se perciben sus rastros.
La Muestra Ambulante está en el baile de fin de año que vuelve a la calle pese al miedo que infunde la tele. Está en la invitación abierta de un fotógrafo a un narrador, o de un músico a un pintor, a compartir un espacio sólo por placer. Está en Meridiano V –destacado ahora en los mapas turísticos con la etiqueta de barrio cultural, gastronomía y ferias– que ya no alberga sólo la melancolía ferroviaria sino también una identidad nueva, donde coexisten prácticas participativas con el imaginario de un San Telmo platense. Está en esas tensiones y en cada intervención que las interroga. Está en el comerciante que vuelve a invitar al artista, más allá del marco de la Muestra; en una partida de truco callejero y en la historieta que conserva el empleado del ciber.
¿Habrá una próxima Muestra Ambulante? Es probable que no. O sí. Pensada una vez más, distinta. O en otro barrio. Organizada por otros. Reinventada. Acaso es eso lo que distingue a la propuesta: la necesidad de rehacerse cada vez, de avanzar sobre unas mismas premisas pero subiendo la apuesta. Entonces no importa si hay Muestra o no. Ni siquiera importa dónde. Lo que interesa es la persistencia vital de esa vocación que permite renovar las búsquedas y provocar nuevos encuentros.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Scioli mete miedo

Este miércoles a las 10.00 horas arrancan en la Legislatura bonaerense audiencias públicas sobre el proyecto de reforma del Código Contravencional. Desde este humilde blog, adherimos a un NO rotundo al proyecto oficial. La nota que se transcibe a continuación salió en La Pulseada de abril. Después cayó Stornelli y se guardaron el proyecto... por un ratito.

[Otras notas de este blog sobre el Código, acá]

El gobernador amagó con la idea a fines de 2009, pero encontró resistencia en el propio oficialismo. Cuando todos creían cajoneado su proyecto, volvió a carga al abrir las sesiones de la Legislatura. Apeló al fantasma de la inseguridad para prometer soluciones, falseando los alcances del Código.

“La Legislatura debe aprobar un nuevo Código Contravencional. Es hora de desideologizar el tema. Los delincuentes no les preguntan a sus víctimas su pertenencia política”, chicaneó el gobernador Scioli en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura.
Con su mensaje, no sólo intento tapar el signo político de su iniciativa, sino que repitió una idea tramposa que hace rato divulga junto a su ministro Carlos Stornelli: la falacia de que esa ley permitirá castigar delitos. En rigor, los códigos contravencionales, también llamados “códigos de faltas”, regulan la presencia de los ciudadanos en el espacio público. Aluden a la “moralidad”, a reglas de convivencia social. Los delitos, en cambio, son tipificados por la legislación penal, que tiene otro tenor.
“¿Queremos a los delincuentes peligrosos sueltos? Hay determinadas conductas que exigen que uno haga una reforma al Código Contravencional, porque no nos estamos enfrentando al mismo tipo de infracciones que cuando el actual Código se impulsó”, confundió los tantos Scioli, aprovechando la preocupación de buena parte de la población por la inseguridad. Y dejó entrever un razonamiento grotesco, pues según el gobernador, alguien que escucha música fuerte sería un potencial asesino: “Atacamos los pequeños focos de conflicto para evitar que se conviertan en problemas mayores… este método, probado con creces en el mundo entero, es la base de la reforma al Código Contravencional que pido sea debatida por esta Legislatura”.

Pero la propuesta oficial no es obra de la ignorancia, sino un nuevo movimiento para darle más poder a la Policía bonaerense. Uno de los aspectos más opacos de cualquier Código Contravencional es que se basa en la sospecha.
La tentativa se inscribe entonces en lo que de un tiempo a esta parte, entre los penalistas críticos, se ha llamado derecho del enemigo: una barrabasada jurídica que aplasta todas las convenciones de derechos humanos habidas y por haber. Esa modalidad de la legislación se ha extendido en los últimos tiempos con la excusa de perseguir al “terrorismo”, aunque en la práctica instituye mecanismos para reprimir la pobreza y el disenso social. La idea es que el derecho penal del enemigo no persigue actos, sino actores. Personas. Ciudadanos. ¿Por qué? No por lo que hicieron, sino por lo que podrían haber hecho o quizás harían.
No es antojadizo inscribir al proyecto del gobernador bonaerense en esa línea de una acción punitiva basada en la sospecha. En su primera versión, que cosechó decenas de críticas, incluía la retrógrada figura del “merodeo”. Proponía castigar a quien “merodeare o permaneciere sin causa justificada en las inmediaciones de un inmueble, de un vehículo o de un establecimiento de cualquier naturaleza en forma susceptible de causar alarma o inquietud a sus propietarios, ocupantes, encargados, vecinos o transeúntes”. Lo cierto es que la condición del merodeador no puede ser definida sino por quien aplica la norma. Todos andamos por la calle y rondamos inmuebles y cosas, pudiendo generar inquietud a particulares. Merodear es, en la lógica de nuestras sociedades capitalistas, andar sin consumir. Merodear sería, en una aplicación bonaerense de la ley, circular por el centro siendo morocho.
Buena parte de las contravenciones constituyen lo que en derecho se denomina “figuras de tipo penal abierto”: la falta no está definida en los papeles de un modo preciso, quedando a discreción de quien interpreta la ley.
En una sociedad prejuiciosa y atemorizada, la sospecha no tiene límites. A fines del año pasado, cuando el proyecto se anunció por primera vez y ni siquiera alcanzó estado legislativo, se multiplicaron los llamados al 911 denunciando la presencia de “merodeadores”.

Por si eso fuera poco, hay que considerar quiénes son los encargados del orden. Porque si los medios comerciales y buena parte de la temerosa clase media son quienes animan la respuesta represiva, la aplicación del Código estará en manos de la Policía bonaerense. El ejercicio de aquella sospecha se resume entonces en la arbitrariedad policial. Es fácil imaginar cómo sigue la historia: serán declarados contraventores la trabajadora sexual que no pague la cuota por estar en la calle, el pibe que no robe para el comisario, el fotógrafo que registre una feroz represión…
Todo eso y más es factible según la letra del proyecto oficial. Interpretadas con el Código en mano, muchas acciones cotidianas y tradicionales podrían ser consideradas faltas: las despedidas de solteros o el armado de los muñecos de fin de año, por ejemplo. El propio Papa Noel sería un contraventor, como advertía el texto que circuló digitalmente el verano pasado. El delirio punitivo incluye también la posibilidad de arresto a quienes con la venta de alcohol pudieran contribuir a la borrachera de alguna persona.
Habrá que estar atentos. En cualquier momento, ante una “ola de inseguridad” exaltada por los medios, volverán a requerir “mayor poder de fuego”. Y una vez más prometerán seguridad, sin ningún éxito, y quitarán libertad, sin ningún freno.

viernes, 29 de octubre de 2010

Opciones

“…esta puta suerte que nos puso en frente a un tipo impresentable que nos ganó el corazón y la cabeza y se fue” (Vero, en un mail)

“Nos sorprendieron estos años reconociéndonos como oficialistas, aunque sea en una reunión para hincharle las pelotas a un interlocutor miserable” (Mariano, en su blog)

“Yo no sabía que éramos tantos...” (Brienza, en Facebook)

La primera vez que escribí sobre Kirchner (no fueron muchas) fue en un diario local, en marzo de 2003. El director era candidato a intendente por un partido que habían fundado Luis Duhalde y Ramón Torres Molina, por entonces de los poquitos definidos como “kirchneristas”. Me acuerdo que no le gustó. Mi nota era una invitación a votarlo, pero el argumento era “el mal menor”. Sí, yo soy uno de esos: un kirchnerista de segunda vuelta. Y como el balotaje se canceló, no llegué a votarlo para Presidente.
Después vinieron algunas sorpresas. El kirchnerismo fue menos de lo que queríamos pero más de lo que esperábamos; y, siendo sinceros, quizá más de lo que merecíamos. No olvidemos que en aquella elección, los dos candidatos de una derecha explícita -que sugerían sacar las fuerzas armadas a la calle- sumaron cerca del 50% de los votos. Al pingüino no lo había votado casi nadie (El año pasado, sin ir más lejos, perdió las elecciones con De Narváez).
Hubo políticas valiosas, otras de mierda. Todas las discutimos. Lo más interesante fue eso: de a poco, volvió la militancia. No la trajo Kirchner solo, claro; nadie se olvida del 2001 y antes. Pero el kirchnerismo reabrió la posibilidad de debatir en el espacio público y politizó, a favor y en contra. Muchos jóvenes se encontraron con la política como algo nuevo: ése es, siento, el testimonio de mi generación.
Pienso en mi época del colegio secundario. Los que estábamos en el centro de estudiantes éramos medio bichos raros. Así nos daban a entender compañeros que estos últimos años descubrí movilizados, haciendo y discutiendo política apasionadamente.
Para mi no era tan nueva, porque tuve suerte con la familia que me tocó. Pero me acuerdo que cuando empecé a prestarle atención, lo mejorcito que uno encontraba en la tele era el Frepaso. Ay... Me vienen imágenes. Hacían apagones contra las tarifas de Edesur. Pedían organismos de control… Progresista era combatir la corrupción y nada más.
Algo de eso escribí hace dos años y medio, cuando sucedió el conflicto entre el gobierno y las patronales del agro por el aumento de las retenciones, y en La Pulseada apuntamos unas columnitas de urgencia. La medida me parecía insuficiente y el debate mal planteado, pero yo expresaba mi alegría: sentía que la discusión política retornaba a la vida cotidiana. Volvían palabras olvidadas y se corría el horizonte de lo discutible.
Por esa misma reivindicación de la política, estos días me duelen las noticias. Primero el asesinato de Mariano Ferreyra –sí: en manos de una burocracia sindical que avalaron- y luego la muerte de Kirchner, que también murió militando. Porque no falleció “un ex presidente”, como Alfonsín: murió un diputado que hace unos meses destrabó el matrimonio igualitario; murió el secretario general de la UNASUR, la comunidad latinoamericana que hace un mes frenó un golpe de Estado. Murió un tipo que estaba en todas, incluso varias que no comparto. Murió y quedamos con la boca abierta, quizá temiendo perder aquello que no reconocíamos haber conquistado.
Leí por ahí a un amigo hablando de bonapartismo y me enojé con Marx. Volví a escuchar clientelismo y respondí con ironía: “sí, estaban todos por el pancho, la coca y la netbook". Miré de lejos por tele. Hablé por chat hasta que me harté, y al final opté por ir a la plaza que se había ido llenando en el día. Llegué ahí, digamos, en segunda vuelta.
La plaza desbordaba. Desbordaba de gente y desbordaba a aquellas etiquetas fáciles que suelen explicarnos la política. Desbordaba también a los esquemas de los militantes viejos, porque no había zonas delimitadas ni se disputaba el protagonismo de las banderas. Y desbordaba las palabras, porque nadie encontraba una que nombrara esa extraña suma de dolor, miedo y esperanza, de angustia y sorpresa, de cuántos qué somos, de ahora qué hacemos… ¿Qué haremos?
Seguramente votemos a Cristina el año que viene. Ojalá vaya con Sabatella, dijimos. Ojalá lea la plaza de ayer: esa juventud sin aparato, esos sueños sin recetas.
-Otra vez, uno termina siendo kirchnerista por obligación –me dijo un amigo por MSN, al final del segundo día monotemático, pegados a la compu y el televisor. Pero no. No es una obligación: es una opción. Uno elige. Y sí: opta por el mal menor, por la sorpresa, por algunos proyectos y algunos compañeros, por Bonaparte, por el tipo impresentable que ahora extrañamos. Y en esa opción, también construye, porque las cosas también ocurren de abajo hacia arriba.
Tengo la sensación de que lo que viene será de una forma por lo que hubo en la plaza estos días. Y que si no, sería diferente.
En ese sentido, no soy pesimista. Creo que vienen tiempos interesantes, como todos estos años en América Latina. Me da gusto vivir esta época. Optar en ella. Incluso equivocándome.


PUBLICADO EN LETERCERMONDE.COM
AQUÍ, FOTO
DANIELA CAMEZZANA (Dulce Pandillera)


Addenda nocturno: Un ratito después de estas líneas, el colega Pablo Marchetti (de Barcelona) escribió un texto imperdible: Nosotros. Vale la pena. Si en lugar de escribir "Opciones" hubiera recurrido -como ayer- a los links, éste estaría en primer plano.

Las intenciones de Cobos (según TN)

...El vicepresidente Julio Cobos dijo que intentó “perturbar un momento de dolor”...


HALLAZGO DE SANTO, EL CIUDADANO

jueves, 28 de octubre de 2010

Post

Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas...
Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad, la bienvenida.
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida.

Tenía ganas de escribir una notita generacional, pero ya la escribió impecablemente el Buen Salvaje.
Tenía ganas de calificar la hijaputez de algunos escribas, pero ya lo hizo bien Aliverti.
Tuve ganas de ir a la plaza, y fui.
Y me quedaron ganas de ya no ver la inmensa palabra "Dolor" en primer plano en mi blog (Alguien me dijo ayer qué fuerte que era entrar acá y que hubiera dos posts consecutivos "de muerte"). Las ganas de siempre, de honrar la vida.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Dolor

Imagino que algún hijo de puta grafiteará "viva el paro cardiorrespiratorio".
Pienso lo que hizo, pienso lo que no.
Intuyo lo que viene.
Estoy atónito.


El kirchnerismo coyuntural despide a un aliado.

miércoles, 20 de octubre de 2010

"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti"
(John Donne, 1624)

* Algo sobre Mariano, acá. Y otra reflexión, allá.

lunes, 18 de octubre de 2010

Buscando a López en Facebook

"Este juego explora formas de ubicar el reclamo en espacios donde tradicionalmente no ingresa. De vincularlo con sensibilidades desde las cuales ampliar el registro militante". Un gran laburo de LULI:

sábado, 16 de octubre de 2010

Prensa propia (lecciones de la historia)

Ahora que todos, en Chile y en el mundo, hablan de las minas, empiezo con una cita de plena vigencia, sobre las condiciones de trabajo de los mineros:
“…seguir los pasos de aquellos seres humanos que descienden al fondo de las minas, seguirlos a través de galerías sinuosas, tenebrosas, inacabables, chapoteando fango, presenciar luego cómo trabajan aquellos hombres, la mitad de los cuales son aún niños; verlos agazaparse, arrastrarse, escurrirse por agujeros donde pican y palean el carbón (…) Sentir la sed abrasadora, delirante, que hace soñar despierto con una fuente, con un arroyo, con un río cada vez más grande, tanto como la impiedad del contratista (…) Sentir (…) que los peligros permanecen latentes a su lado (…) Creemos que Dante vería más variados suplicios en estos antros que en el Infierno por él imaginado”

Es una cita con plena vigencia, pero no actual. Data de enero de 1923. Y corresponde a un artículo titulado “La mina”, publicado en El carpintero y el aserrador, el órgano del Sindicato de Carpinteros, Aserradores y Anexos, publicado en Buenos Aires.
No me interesa la antigüedad de la cita -uno podría buscar otras muy anteriores sobre las condiciones de la explotación humana- sino la antigüedad del medio.
Es interesante ir atrás en el tiempo, hacer un poco de historia, más allá de las experiencias puntuales que podamos contar sobre la construcción de nuestros propios medios. Las referencias que conforman la mesa* son experiencias surgidas, cuanto mucho, a mediados de los noventa: ANRED tiene 15 años, Indymedia 11, La Pulseada casi nueve, y RAP lleva al aire poco más de un año.
Pero hablar de los medios alternativos y comunitarios también podría ser hablar de una tradición de prensa obrera que en nuestra región ya tiene 150 años, por lo menos.
Pienso por ejemplo en El Proletario, órgano de expresión de los negros en Buenos Aires, que se fundó en abril de 1858. Pienso en periódicos que fueron muy importantes, como El obrero panadero (1894), que llegó a tener una tirada superior a los 5000 ejemplares y duró más de medio siglo. Pienso en muchas experiencias: en los 50 años que van desde la fundación de El obrero panadero hasta 1944, surgen más de 130 publicaciones obreras... Pienso, en fin, en una prensa gremial que fue muy intensa hacia fines del siglo XIX, cuando los trabajadores se organizaron en sociedades de resistencia y gremios para buscar mejores condiciones de trabajo y de vida.
En la misma década que El obrero panadero surgieron periódicos como El Carpintero, El mecánico, El pintor, entre otros. También circuló La Voz de la Mujer (1896-1897), expresión de las anarquistas y comunistas que levantaban la bandera "Ni dios, ni patrón, ni marido".
Muchos periódicos tomaban la denominación “El obrero…” y le agregaban el adjetivo del oficio. Así, hubo medios como: El obrero ebanista, El obrero peluquero, El obrero aserrador, El obrero gráfico, El obrero sastre, El obrero en madera, El obrero fideero, etcétera.
Estamos hablando de una prensa alternativa que se planteaba como objetivos contrainformar y educar. Lo primero en oposición a la "prensa burguesa", asumiendo “un extenso campo de la propaganda, un trabajo de guerrillas, un trabajo de iniciación, un trabajo insensible para los cerebros y que sin embargo los transforma, los nutre de gran caudal de conocimientos y los pone aptos para asimilar la lectura de los libros y los folletos” (la cita es textual de El Obrero Panadero, 26 de abril de 1900). A su vez, había una tarea docente, una pedagogía revolucionaria como dice Mirta Lobato en un libro reciente sobre el tema. Esos periódicos incluían ensayos sobre diversos temas, desde filosofías sobre la condición humana hasta la disputa nacional entre federalismo y centralismo.
Además, por supuesto, había crónicas de los reclamos en fábricas y talleres; no sólo locales: también ampliaban la mirada hacia otras regiones.
Esa labor se realizaba no sin dificultades. La época del Centenario, que la aristocracia festejó bajo el imperio del Estado de sitio y la aplicación de las leyes de Residencia y Defensa Social, fue tremenda para estas experiencias. Uno puede leerlo en las editoriales de la prensa obrera del otro lado del Río de La Plata. Decía El obrero gastronómico (Uruguay) en 1920, en un artículo titulado “La lucha social en Argentina”:
“El terror gubernamental y policial impera en la República Argentina contra las clases obreras; como imperaba en la Rusia de los zares. A la prensa obrera y revolucionaria se le aplica la ley mordaza o sea la famosa ley social, impidiendo así que el diario Tribuna Proletaria y La Protesta, este último decano de la prensa obrera y revolucionaria sudamericana, salieran a la publicidad alentando a las masas del vecino país, para que imitando a sus camaradas de allende la Europa se prepararan de una vez por todas para dar por tierra con todo el cinismo que se encarna en la mente de los gobernantes y policías argentinos. No tardará en llegar la hora final, la trágica hora que les llegó a los zares de la Rusia hoy revolucionaria”

Otro período duro para el ejercicio libre de esta prensa fue el primer peronismo. Una de las principales formas de ahogo se explica en términos actualmente tematizados en el debate público, como el control del abastecimiento de papel. Los medios alternativos de los sindicatos, igual que las empresas periodísticas opositoras, no conseguían el papel que las empresas afines y la prensa gremial peronista obtenía sin problemas.
Todo eso asumado a las dificultades económicas corrientes, porque no estamos repasando experiencias idílicas, que hayan sido fáciles de construir. Sabemos de qué estamos hablando.
Por último, me parece importante tener presente que esta tradición se puede recuperar no sólo en los medios impresos, sino también en otros dispositivos mediáticos.
Ahora que todos, en Chile y en el mundo, hablan de las minas, y ahora que en Argentina se habla bastante de las emisoras comunitarias, no está mal recordar que las primeras radios comunitarias fueron las que montaron los trabajadores mineros en Bolivia. Y otra vez encontramos mucha historia -seis décadas- y una gran experiencia, la de una red que llegó a incluir 27 emisoras sindicales, como La Voz del Minero (1952).
Cada radio pertenecía a un sindicato y cada organización se manejaba con autonomía y practicando formas de autogestión inéditas para el país. Los integrantes de los gremios financiaban las emisoras entregando una fracción de su salario, y esto pese a los sueldos extremadamente bajos, lo cual muestra una gran conciencia sobre la importancia de contar con medios de comunicación propios.
Esas radios, tecnológicamente elementales, se convirtieron en importantes instituciones locales, en las que se adoptaron formas de organización democráticas y donde los propios mineros se volvieron radiodifusores, llevando los micrófonos a lo más profundo de las minas y también a sitios de encuentro como mercados, iglesias o lugares deportivos, para dar la palabra a los sectores populares. Fueron radios que resistieron a los gobiernos autoritarios y que acompañaron las luchas sindicales. Radios que hicieron, en definitva, algo que tenía ya un siglo de historia.
Algunos recordarán aquel texto en el que Rodolfo Walsh dice que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan…”.
Al preparar estos apuntes pensaba en eso: que recuperar y tener presente esa historia nos da fuerza y también -dicho en los términos forjados en la experiencia de Cadena Informativa- nos da la satisfacción moral de sentir un acto de libertad.

* Apuntes retocados de la intervención en el panel "Medios alternativos - Medios comunitarios", en las V jornadas "Demoliendo Teles", donde compartí la mesa con compañeros de Indymedia, ANRED y RAP-Colectivo de Colectivos (Radio Futura).

Un par de referencias bibliográficas
Mirta Zaida Lobato: La prensa obrera. Buenos Aires y Montevideo 1890-1958. Buenos Aires, Edhasa, 2009.
Juan Suriano: Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890-1910. Buenos Aires, Manantial, 2001.
Ana María Peppino Barale: Radio educativa, popular y comunitaria en América latina. Origen, evolución y perspectivas. México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 1999.
La Voz de la Mujer. Periódico Comunista-Anárquico (1896-1897). Bernal, Universidad Nacional de Quilmes (Colección La ideología argentina), 2002.

Imagen:
Tomada de por ahí, en la web. La Protesta, fundada en 1897 (como "La protesta humana"), fue la publicación anarquista más importante de América Latina. Durante muchos años funcionó como diario.

viernes, 1 de octubre de 2010

Laica y libre

Hagan la prueba. Pasaron más de 50 años y muchos desconocen aquel debate. Busquen alguien que no lo haya vivido ni leído, y pregunten:
-¿Laica o libre?
Libre.
Suena mucho mejor. ¿Quién está en contra de la libertad?
La dicotomía laica versus libre estructuró el debate sobre una de las medidas más significativas del gobierno de Frondizi, hacia 1958, que habilitó a las universidades privadas a emitir títulos. Una de las convocatorias más grandes del movimiento estudiantil organizado ocurrió bajo ese lema. Defendían la bandera de la “enseñanza laica”, contra el proyecto gubernamental que tenía su mayor respaldo en la Iglesia católica, principal interesada en la habilitación de la educación superior privada.
Siempre tuve la sensación, cuando leí sobre esa disputa, que el progresismo la había perdido de antemano. La había perdido simbólicamente.
Tengo esa misma sensación ahora, cuando dejamos oponer derecho a la vida y derecho al aborto. Ojalá me equivoque; ojalá lleguemos a corregirnos a tiempo.
En la tele, en un noticiero bastante piola, más de una vez ví un zócalo que decía: “marcha a favor del aborto”. En rigor, pocas personas están a favor del aborto. Quiero decir: el aborto es una decisión difícil, una práctica dolorosa, una situación traumática. Nadie anda haciéndose abortos porque le gusta. No hay partidarios, hinchas o fans del aborto como los hay de un club de fútbol, de una banda musical o de un grupo político.
No se trata, el debate actual, de estar a favor o en contra del aborto, sino de su penalización o su despenalización, de su práctica clandestina (que condena a la muerte a las mujeres de las clases populares) o la realización en condiciones higiénicas, iguales para todos, y con un tratamiento que incluya el después.
Digámoslo, por si alguien tiene dudas todavía: miles de abortos se practican cotidianamente (A propósito, un slogan de la campaña uruguaya sacude las conciencias: yo aborto, tu abortas, nadie más se calla). Lo hacen incluso quienes buscan imponer al Estado una moral religiosa, del mismo modo que muchos opositores al divorcio sostenían familias extraconyugales, y algunos rivales del matrimonio igualitario esconden relaciones homosexuales. Lo practican, claro, en clínicas privadas que ofrecen toda la seguridad (en otras palabras: hoy el derecho a decidir se compra con dinero), mientras unas cien mujeres pobres mueren al año por obra de la legislación que sostienen quienes dicen “defender la vida”.
Hace unas semanas, a propósito de las pugnas por la ley de servicios de comunicación audiovisual, un amigo periodista escribió un texto exhortando a tener cuidado con las palabras. No deberíamos –decía- hablar del “artículo sobre desinversión”, sino del proceso de desmonopolización de la propiedad de las licencias. Hasta a 6-7-8, tan crítico de Clarín, se le escapa esa palabra.
Pues bien: de igual modo, si queremos un debate sano y certero, debemos tener cuidado a la hora de etiquetar las posturas y los actores movilizados en torno a la cuestión del aborto. Si titulamos “a favor del aborto” las marchas contra su penalización, empezamos a perder la batalla. Y claudicamos simbólicamente, sobre todo, cuando permitimos que la medieval oposición a la posibilidad de decidir asuma la bandera del “derecho a la vida”. Hablemos la palabra justa. La educación laica era una educación libre. Aclaremos a la sociedad que peleamos por la vida. Porque reclamar “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”, no es otra cosa que estar a favor de la vida.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El negocio de la seguridad (+el negocio de la información)

La idea fue y es simple: hablar de seguridad.

La seguridad es un tabú de la izquierda, del progresismo o como les pinte llamarlo. Y no sólo de sus dirigentes que no saben qué decir. También de sus comunicadores.
Arranqué el año pensando: ¿por qué no escribir sobre seguridad? ¿por qué el tema es necesariamente agenda de la derecha?

Así fue que apareció una entrevista -bastante comentada- a Marcelo Saín, que se puede leer acá.
Así es que ahora presentamos este informe sobre la seguridad privada, un tema poco conocido, poco pensado, poco debatido.

¿Sabías que hay más agentes privados que canas públicos?
¿Sabías que los golpistas del 76, antes incluso de designar presidente, el mismo 24 de marzo sancionaron un decreto sobre empresas de seguridad?
¿Sabías que la multinacional Prosegur, que en 1979 absorbió a la empresa de seguridad fundada por López Rega, facturó más de 1.200 millones de euros sólo en la primera mitad de este año y tiene unos 70 mil agentes en todo el mundo?
¿Imaginás los riesgos para la libertad y la privacidad que implica delegar la seguridad en el mercado? ¿Sabías que el Estado no controla un carajo?
El informe completo, acá. Los invito a leer, a pensar y a discutir.

PD: Hace unos días, durante una visita a Japón, el presidente ecuatoriano Rafael Correa señaló "la contradicción entre intereses privados y el interés público de estar informados" y sugirió la idea de que los medios "tengan que ser sin fines de lucro". Por supuesto, desató la polémica. Para el opositor Fausto Cobos (nótese la curiosa coincidencia de apellido con nuestro tránsfuga vicepresidente), de un partido llamado Sociedad Patriótica, se trata de "novelerías del socialismo del siglo XXI".
No está mal. Para la Real Academia, en su primera acepción, la novelería es una "afición o inclinación a novedades". Buenas novedades está teniendo América Latina en relación a los medios. En Argentina, por caso, la nueva ley de servicios de comunicación audiovisual reserva el 33% del espectro radioeléctrico a prestadores sin fines de lucro. Enhorabuena.

Traigo a colación este tema porque el esfuerzo de investigación y la decisión de publicar sobre "El peligroso negocio del miedo" corresponde a La Pulseada, un medio comunitario de la ciudad de La Plata que pronto cumplirá nueve años. Más allá de que pueden leer la nota en el blog, a los platenses sugiero que se suscriban, llamando al 453-2516 o escribiendo a lapulseada@lapulseada.com.ar (Te la llevan a tu casa y la pagás mes a mes. Los 6 pesos de tapa sirven para remunerar a los vendedores y para colaborar con distintas entidades solidarias).
Los porteños pueden conseguirla en el Centro Nueva Tierra (Piedras 575), en el kiosco de diarios y revistas Opera (Corrientes y Callao) o en el centro cultural Razón y Revolución (Condarco 90, Flores). Con el interior nos cuesta un poco más. Estamos tratando de mejorar la distribución, todo aporte es bienvenido.
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