miércoles, 24 de marzo de 2010

Lápices: imágenes de la presentación

Gracias. En especial a Lalo, Emilce y Nora por la altura de sus intervenciones. Y a todos los que estuvieron, por esa calidez que tuvo la presentación. Algunas fotos de Zalo.


Lalo Painceira, Nora Semplici

Juan Bertola (der.), Emilce Moler (izq.)

Daniel Badenes, Lalo Painceira

Dani (estirado, escuchando atento!), Lalo, Nora, Emilce y Juan, la mesa completa

miércoles, 17 de marzo de 2010

Benjamin (II): el mundo infantil

Quería llegar a esta faceta de Benjamin, en la que pensé cuando ví el hermoso trabajo del taller de La vaca de muchos colores (acá y acá) y los viajes imaginarios que sucedieron en el Galpón en la “colonia artística” de febrero. La lista podría seguir con las ediciones de La chicharra y la pasión que los compañeros de Libros animados ponen sobre una biblioteca que consideran “para chicos y grandes”… por mencionar sólo ejemplos del cotidiano de La Grieta.
Benjamin apuntó en su diario personal un diálogo con un coleccionista de libros infantiles en Rusia. Discutían sobre un “gran plan” de Benjamin: una obra de documentación que titularía Fantasía. La colección de libros infantiles del siglo XIX era, quizá, su tesoro más valorado. Decía que eran las publicaciones con las que tenía la relación más cercana.
Sholem contaba sobre su amigo: “durante toda su vida se sintió atraído con una fuerza casi mágica por el mundo y las maneras infantiles. Este mundo fue uno de los temas recurrentes de sus reflexiones y, en verdad, sus escritos sobre la cuestión están entre sus piezas más perfectas”.
En su brillante trabajo sobre La dialéctica de la mirada, Susan Buck-Morss propone que, con excepción de Jean Piaget, no hubo otro pensador moderno que tomara en cuenta tan seriamente a los niños para desarrollar una teoría de la cognición. “Piaget se limitaba a ver desaparecer el pensamiento infantil. Los valores de su epistemología se inclinaban hacia el lado adulto del espectro. Su pensamiento refleja, en el eje del desarrollo ontogenético, el supuesto de la historia como progreso que Benjamin consideraba la marca falsa de la conciencia burguesa. Obviamente, el interés de Benjamin no se dirigía al desarrollo secuencial de las etapas de la razón abstracta, formal, sino hacia aquello que se perdía en el camino”.
La pregunta por las marcas distintivas de la mente infantil era, entonces, la pregunta por aquello que la educación formal clausuraba.
Benjamin no tenía una visión romántica sobre la “inocencia infantil”, pero apreciaba en sus formas de cognición una capacidad revolucionaria de transformación de las cosas. “Los cajones (del pupitre infantil) deben transformarse en arsenal y en zoológico, en museo del crimen y en cripta. Poner todo ´en orden´ sería tanto como demoler una construcción llena de castañas espinosas que son como garrotes con púas, papel de estaño que es plata atesorada, ladrillos que son ataúdes, cactus que son postes totémicos, y moneditas de cobre que son escudos”.
Le interesaba entonces la habilidad para hacer correspondencias por fantasía espontánea. Esa improvisación mimética en la creación era precisamente lo que la socialización burguesa desterraba. Esa inventiva era la “señal” revolucionaria, que “surge del mundo en el que vive el niño y desde el cual da órdenes”.
Benjamín proponía aprender de los chicos. Convocaba a observar sus gestos al pintar, bailar o hacer teatro, para captar el potencial de sus fantasías.El niño no sólo juega a ser tendero o profesor, sino también molino de viento o tren…


IMAGEN: Susan Bee (circulando por ahí)

Benjamin (I): la bofetada del cocinero

Este año, en septiembre sobre todo, se hablará de Walter Benjamin. Nadie le pondrá su nombre a torneos de bolitas, encuentros de payadores y fondos para pagar la deuda externa, como ocurre con el Bicentenario, pero seguro habrá un par de congresos y jornaditas, inspiradas por un aniversario redondo. Sucede que dentro de poco se cumplirán 70 años del día que se quitó la vida uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX. Al igual que Antonio Gramsci -y más o menos en la misma época- Benjamin dejó una obra profunda, inconclusa también, reconstruida y comprendida a partir de fragmentos y tardíamente.
Me dieron ganas de hacer un par de entraditas sobre Benjamin, aunque más no sea para recuperar una anécdota suelta o alguna reflexión poco conocida.
Más de uno conoce al Benjamin de los manuales, que lo catalogan como "un pensador de la Escuela de Frankfurt". En verdad, fue un outsider de ese grupo, al que nunca integró formalmente y con el que tuvo una relación contradictoria.
Es más: ni siquiera perteneció a la Universidad de Frankfurt. Quiso, pero la institución objetó la tesis con la que buscó acceder a una cátedra. Fue en 1925. “Me fue imposible extraer algún significado comprensible”, escribió Hans Cornelius, miembro del jurado. Benjamin aceptó retirar la petición para evitar el rechazo. Era un estudio sobre el Trauerspiel, un género literario alemán. (Hoy, por supuesto, ese trabajo está publicado. En español hay un par de traducciones: “El origen del drama barroco alemán”, editado por Taurus en 1990, y “El origen del Trauerspiel aleman”, en el primer volumen de sus Obras, Abada Editores, 2006). Y aquí la anécdota que pinta a Benjamin y su relación con la academia. La primavera siguiente a ese rebote, volvió sobre su estudio y escribió un nuevo prólogo, dirigido a los universitarios de Frankfurt, si bien se lo envió a su amigo Sholem. Lo presentaba como “uno de los trabajos más exitosos” y decía así:
Quisiera contar, por segunda vez, el cuento de la Bella Durmiente.
Ella dormía en su seto de zarzas. Y luego, al cabo de equis años, se despierta.
Pero no la despierta el beso de un príncipe feliz.
La ha despertado el cocinero, al darle al pinche la sonora bofetada que retumbó por el todo el palacio con toda la fuerza acumulada durante tantos años.
Una hermosa criatura duerme tras el seto espinoso de las páginas siguientes.
Que no se le acerque ningún príncipe azul pertrechado con las deslumbrantes armas de la ciencia. Pues, al darle el beso, le ha de clavar los dientes.
Es, antes bien, el autor quien, como jefe de cocina, se ha reservado para sí el derecho a despertarla. Ya va siendo hora de que la bofetada resuene por las estancias de la ciencia.
Entonces despertará también esta pobre verdad que se pinchó con la anticuada rueca cuando se disponía, indebidamente, a tejerse en el desván de un talar profesoral.

martes, 9 de marzo de 2010

Presentación de "Lápices"


Lápices. Los días y las noches es un libro sobre
la militancia de estudiantes secundarios, escrito
por
Daniel Badenes e ilustrado por
Juan Bertola.

PRESENTACIÓN


Emilce Moler, ex militante UES, sobreviviente de "La noche de los lápices", integrante de la Comisión por la Memoria.
Lalo Painceira, artista plástico y periodista, autor de "Dar la vida".
Julieta Warman, profesora de artes plásticas, grabadora
Nora Semplici, directora del Liceo "Víctor Mercante".

Lunes 22 de marzo -18.30 hs. Salón de Actos del Liceo
Diagonal 77 entre 4 y 5, La Plata

lunes, 8 de marzo de 2010

Prólogo a una edición encaminada

Encontré en la bandeja de enviados un mail escrito en caliente, que mandé hace un año y medio a un puñado de familiares y amigos. El asunto era: “Lápices rotos (prólogo a una edición fallida)”. Y decía así:
Muy poquitos leyeron el texto o vieron pruebas de diseño.
Algunos otros saben del proyecto, aunque lo comentamos poco para no quemarlo.
Varios supieron recién cuando todo permitía suponer al texto en imprenta.
Se generó, incluso, un poco de expectativa. Una amiga que escuchó en que andábamos y estaba organizando una mesa de debate, cursó una invitación para dar una charla.
En estos días, a lo sumo hoy (15/09/08), estarían rodando algunos miles de ejemplares de “Lápices”, un librito ilustrado sobre una historia que no es pura noche y que no empieza –ni termina– el 16 de septiembre de 1976.
Llevaría el sello de la Jefatura de Gabinete municipal. La iniciativa no se acordó hace tanto, por eso el apuro y el trabajo los fines de semana. Un período corto pero intenso: entre idas y vueltas el librito tiene decenas de horas de laburo encima. Gustó. “Cambiemos este dato, porque también vamos a distribuirlo a nivel nacional”, dijo uno e inflaron más el globo. Se trabajó en consecuencia. Siguió gustando. Se logró un buen producto. Y a tiempo: hace diez días, por lo menos, estaba en condiciones de entrar en imprenta.
Nunca llegó. ¿Por qué? La gran incógnita. Si alguno la devela, nos hace un favor. Los teléfonos no atienden (los que deberían atender; los que antes atendían) y cada respuesta elusiva es más decadente. Como si fuera un concurso de desidia. Siempre es decadente cuando no ponen la cara.
Sobre todo cuando del otro lado pusieron todo. Así fue. Le robamos tiempo al tiempo. Lo que laburó Juan, el ilustrador, es impresionante. Hizo y rehizo con oficio apasionado. Incentivó las correcciones y las sintió propias; buscó mejorar el trabajo por su cuenta en varias trasnoches.
Conocer a Juan es, quizá, lo más positivo del trago amargo.
El resto da bronca. Da bronca el manoseo y la falta de respeto por el trabajo y el compromiso del otro. Manejan la cosa pública con una improvisación pavorosa y se excusan –y a veces los excusamos– hablando de un terreno minado, de un sitio a conquistar donde cada armario guarda una trampa del enemigo. Apelan a la gran frase: estamos disputando. Entonces aceptamos el desorden, los trabajos apurados, algunas directivas contradictorias y la incertidumbre del pago tardío porque, claro, están disputando ese espacio para que podamos construir un mundo mejor. Eso da bronca: que militen “para el pueblo” bastardeando al trabajo ajeno; que se crean que están haciendo la revolución y no sean capaces de explicarse ni siquiera ante alguien que se supone afín. Da bronca confirmar lo que uno sospecha de tanto en tanto: que esos tipos jamás harán una revolución. Quizá consigan poder, más poder, pero cuando lo tengan ya no querrán hacerla.
En fin, tengo un poco de bronca.
También tengo un texto inédito sobre la militancia estudiantil secundaria en los ´70, escrito a las apuradas pero con cuidado y entusiasmo.
Y tengo el teléfono de un ilustrador con el que quizá vuelva a trabajar (Buen tipo. En este momento está bastante más enojado que yo).
Tengo nuevas razones para no confiar, y sin embargo no impedirán que vuelva a hacerlo (cuando crea estar compartiendo un horizonte y cuando el camino hacia allá implique algo que me gusta, como escribir).
Sigo teniendo ganas de escribir. De mandarlos a la puta que lo parió, dar vuelta la página y seguir apuntando historias.

Ahí quedó la cosa. Obviamente nunca cobramos; ni siquiera las disculpas. Seguí pensando la experiencia con esos tipos, mili-chantas, que se cagan en su palabra y en los principios con la excusa de que al final del camino está la revolución (Pienso -en cambio- que la revolución está en el camino: se hace en cada paso, cada gesto y cada compromiso).
Pero este post no es para evocar broncas del pasado sino para contar novedades.
Pasado un tiempo, pasada la bronca por ese negreo con discurso progre, pensamos que no tenía sentido dejar el laburo guardado en un cajón. De gusto, Juan convirtió los dibujos en grabados. Exploramos algunas posibilidades. Decidimos, aunque nos tentaba, no re-hacer el libro, sino publicar los textos y las mismas imágenes como fueron pensadas entonces.
La buena nueva es que el librito acaba de entrar a imprenta.
Vale entonces reemplazar las puteadas por los agradecimientos:
A los primeros lectores, que si mal no recuerdo fueron Lucas Miguel, Esteban Rodríguez, Verona Demaestri y mi vieja. También a los que leyeron y alentaron después del primer tropiezo: Maite Rodriguez di Luca, Juan Duizeide y Lalo Painceira.
A Nora Semplici y el equipo de gestión del Liceo, que decidieron bancar la impresión y tuvieron más palabra que los “compañeros” del Movimiento Evita.
A Gonzalo Ré, que se sumó para darle el último toque de diseño con mano profesional.
A nuestra obstinación, por supuesto, también.
A quienes accedieron a presentar el libro, cuyos nombres se develarán en el próximo post, con más precisiones de la invitación.

lunes, 1 de marzo de 2010

La Pulseada y Luciano Arruga

"...¿Qué le gusta a la gente? Evitemos, por esta vez, discutir la ficción de hablar de ´la gente´ como algo existente y homogéneo. ¿Qué quiere ese sujeto que llamamos gente? Nos preguntamos eso muchas veces, en la redacción de La Pulseada, cuando nos llegan críticas porque la revista habla de temas que ´no le interesan a la gente´ (…)
Hablemos con sinceridad: ningún directivo de un medio pensado con la lógica del lucro dedicaría una portada a la historia de un desconocido. ¿Quién conoce a Luciano Arruga? ¿A quién podría interesarle alguien a quien no conoce?
Pero si ´lo que interesa´ está dicho de antemano, la historia silenciada de un pibe pobre desaparecido por la policía nunca podrá ser noticia. ¿A quién le interesa? A nosotros nos interesa (…)
No admitimos conseguir lectores a cualquier precio. Porque bien podríamos dedicar la tapa a Verón hablando de sus expectativas sobre el Mundial, anunciar con letras gigantes la presencia de un narco mexicano o narrar la experiencia de un comerciante robado dieciséis veces en un mes. Sería ganar lectores perdiendo una batalla, la que quería dar Carlitos Cajade cuando fundó esta revista. Sería abandonar esa militancia de ideas por un ´país con infancia´, con guardapolvo, con pan y con trabajo (…)
Creemos que una comunicación verdaderamente democrática es aquella que permite que más voces se escuchen. Incluso las que hablan bajito y a las que nunca se les presta atención. Las de los que no tienen recursos para defender sus intereses. Las que cargan con la pesadumbre de una injusticia flagrante. Las que vienen de donde no hay más presencia del Estado que la policía que reprime. Las que nos dicen que un pibe de barrio desaparecido por negarse a robar para ellos, no puede sernos indiferente." (de la nota editorial del número 77, marzo de 2010)

Qué más decir. Estoy orgulloso de ser parte del colectivo que hace La Pulseada.
Para suscribirse, pueden llamar al 453-2516 o escribir a lapulseada@lapulseada.com.ar
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