sábado, 29 de mayo de 2010

Qué ciudad

Un cartel provocativo.
Una manzana vacía en el centro de una ciudad apretujada.
El sitio del “viejo mercado”, como todavía se lo nombra a más de 37 años de la demolición del centro de abasto "Buenos Aires", lleva todo ese tiempo disputado sin éxito, y mientras tanto alberga a un precario estacionamiento de un nivel y sin techo, ahí, a pocas cuadras de todo, entre las calles 3, 4, 48 y 49 de La Plata.
En los ´90 se hablaba de hacer cocheras, proyecto propio de un modelo de ciudad y de sociedad donde prima aquella “religión del automóvil” que bien caracterizaba Lewis Mumford.
Ahora hay quienes pretenden que se construya un lujoso hotel 5 estrellas y un centro de convenciones con la iniciativa privada de NH, una cadena internacional que llegó al país en 1999 y ya maneja varios grandes emprendimientos (como el City, a metros de la Plaza de Mayo).

La construcción de un hotel así estaba en la plataforma de campaña de Julio Alak, cuando perdió con Pablo Bruera, aunque el proyecto también cuaja con el perfil de éste, que alguna vez fue parte de la tropa alakista (y hasta se consideró el sucesor natural: “Bruera es agosto”, decían las pintadas).
El negocio no parecía propiciado por el actual Ministro de Justicia, sino por quien encabezó la boleta a nivel provincial: el gobernador Daniel Scioli, que transcurrió toda su campaña en un piso de un hotel NH en la Capital Federal. Oh casualidad, la cadena tiene acciones en el grupo que recibió en concesión por 30 años (y opción a otros quince) el Provincial de Mar del Plata.

De concretarse el proyecto platense, el hotel podrá tener 12 pisos gracias a la reciente sanción de un nuevo Código de Ordenamiento Urbano. La nueva ordenanza fue promovida por el bruerismo y privilegia grandes intereses inmobiliarios, sin pensar un modelo integral de ciudad (algo de eso escribí acá).
Ahí enfrente de la manzana vacía, en 4 y 49, funciona un bar bastante nuevo: Pedro Telmo. Los rumores adjudican su propiedad o parte de ella a los hermanos Bruera, lo que explicaría el frecuente hostigamiento de Control Urbano a otros bares y centros culturales de la zona.

Si tuviera que caracterizar políticamente al gobierno municipal, además de la salida clásica que implica definirlo como “peronista” (cierta vocación de ese movimiento histórico pareciera justificar que sea -como lo es- una bolsa de gatos), utilizaría una metáfora del periodismo: es timermaniano. En los ´70, a la hora de definir su moderno diario La Opinión, Jacobo Timerman enunciaba su fórmula ganadora: en lo cultural, de izquierda; en lo político, de centro; en lo económico, de derecha. Salvando las distancias de contexto, sólo eso podía explicar la convivencia de Adelina de Alaye con Alejandra Sturzenegger en un mismo gabinete, por dar un ejemplo con nombres propios.
La analogía timermaniana se complica en tanto hay toda una "industria de la cultura" en juego, pero a grandes trazos pienso esa cintura de darle el paquete de cultura y educación al frepasismo residual mientras la economía la manejan figuras de la derecha neoliberal. Y sobrevivir en la convivencia de discursos contrapuestos.
Símbolos: una secretaría de derechos humanos, algún atisbo de ambientalismo (los residuos secos en bolsa verde), un puñadito de recursos librados al presupuesto participativo (bandera del progresismo “foromundialista” con gran impulso del PT brasileño y el socialismo rosarino) y, para decir algo cercano, una presencia en la zona de Meridiano V respetuosa de la iniciativa vecinal y de grupos autogestionarios.
Negocios: basta mirar la distribución del presupuesto municipal, juzgar la política de transporte público o analizar el sentido de la reciente reforma del COU, para quitarle cualquier atisbo de progresismo al intendente Bruera.

Pero la cosa patina cuando un símbolo toca el nervio de los negocios. Estoy pensando en la intervención urbana que ilustra este post, que encontré fotografiada en Harto Andar. Por lo que pude averiguar, la gigantografía anónima colgada el martes en la manzana del viejo mercado duró poco más de un día. Los agentes municipales, que acostumbran a “intimar” cuando encuentran una publicidad no permitida, pusieron sus propias manos para sacarla. Y habrían incluso aplicado una multa a los concesionarios del Estacionamiento, de los que resulta inverosímil que tuvieran algo que ver (¿se imaginan a Cáritas exhibiendo ese culo? ¿se imaginan a la Iglesia con ese sentido del humor?...)
La cosa es que el cartel no está más.
Ahí enfrente, en el cocoliche estético de Pedro Telmo, una frase dice que el manicomio está lleno de problemas de fronteras (a propósito, linda y acertada frase). También tienen ese inconveniente quienes gobiernan la ciudad, con el límite que separa la gestión pública de los negocios privados.

martes, 25 de mayo de 2010

El festejo no pendiente

Admito que el post anterior, la editorial de la revista, mira la mitad vacía del vaso. Y que me gusta observar más de una vez los vasos: decir algo sobre el vacío y algo sobre el contenido. Como aquello de hacer convivir al pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad.
1910 fue una fiesta gris, de pocos, con la mediocridad y la soberbia de una aristocracia que se creía europea. La fiesta de estos días tiene pueblo, alegría y latinoamericanismo. Multitudes y color. Tá bueno, che. Sin tiempo para escribir, copio y pego un clásico de Benedetti, que ya debo haber mandado en cadena en más de un fin de año, que reencontré ayer de casualidad, y que todavía tiene ese nosequé.

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría

sábado, 22 de mayo de 2010

El festejo pendiente

Cuando cumplió 40, Serrat cantaba: “hace 20 años que tengo 20 años”. Parafraseándolo podríamos decir que hace 100 años que Argentina tiene o dijo tener 100 años. Ahora se cumple un siglo, entonces, del Centenario de la Revolución de Mayo, cuando el Estado decidió –entre otras alternativas y con un poco de ficción histórica- conmemorar también el Centenario de la Nación Argentina.
Lo hizo poniendo la política bajo la alfombra y el conflicto social tras las rejas. En mayo de 1910 se contaban por miles los presos políticos. Cuando las centrales obreras reclamaron por esa situación con una movilización de 70.000 personas, el presidente decretó el estado de sitio y el Congreso habilitó la pena de muerte.
Con esa “paz” forzada se vivieron los desfiles militares, las inauguraciones de monumentos, las exposiciones de arte, las galas en los teatros y la mediocre convocatoria de visitas extranjeras, entre las que se destacó la Infanta Isabel de Borbón, hermana del rey de España Alfonso XIII.
Este año se nos propone festejar el “Bicentenario argentino”. Todo sucede en ese marco y todo lleva su nombre: desde un torneo regional de bolitas hasta un fondo para pagar la deuda externa.
Recibimos el segundo siglo de la Nación en un contexto diferente al primero. La política, después de una década de adormecimiento, ha recobrado su efervescencia: se discuten medidas impositivas, se habla de la deuda, se cuestiona la “independencia” de la justicia y los intereses mediáticos están a flor de piel. La propuesta de una asignación por hijo, bandera de organizaciones sociales primero e iniciativa del gobierno después, pone la política en primer plano, como también lo hace Mauricio Macri cuando descarta “matar a todos” los limpiavidrios por ser una medida “inaplicable”.
Pero lo que la Argentina actual comparte con la del Centenario -y también con el día cero de la Patria, cuando sea que empiece la cuenta- es una tremenda desigualdad social. No hay miles de sindicalistas apresados pero sí miles –muchos miles más- de jóvenes pobres poblando las cárceles del país. Cada vez más jóvenes y cada vez más pobres, finalmente ellos también son presos políticos. Y son víctimas de una deuda que cumple dos siglos.
De 1810 a 2010 los habitantes de esta porción del mapa han conocido y protagonizado sucesivas luchas y construcciones políticas que buscaron un país económicamente sustentable y socialmente más igualitario. Ninguna tuvo logros duraderos.
Así, la Argentina festejará su Bicentenario recostada sobre el crecimiento de una economía que apuesta al monocultivo de soja y a industrias sucias como la minería, que está condenando a la desaparición a distintas comunidades. Y lo hará con desfiles en avenidas y calles céntricas que las distintas policías, con o sin códigos contravencionales aprobados, “limpiarán” de indigentes para la ocasión.
En otras palabras, llega a su Bicentenario con esa deuda profunda que comparte con casi todos los países del mundo, cuyos modelos socioeconómicos atentan contra el planeta y condenan a buena parte de su población al hambre.
Y acaso es sintomático que estos “aniversarios nacionales” sigan pensando en una patria chica, propia de la América fragmentada que nos legó la insolidaridad. Porque si pensamos realmente en una Patria Grande, la efeméride cuyo festejo nos agobiará este mes ya lleva 19 años. El verdadero Bicentenario nos pasó inadvertido. Nadie se vistió de gala en 1991, cuando se cumplieron dos siglos de la revolución negra de Haití, una admirable rebelión de esclavos que no se enseña en las escuelas aunque produjo la primera independencia en América Latina.
Aquí, donde todavía soñamos sueños europeos, no se piensa en Haití. Miramos Centroamérica de reojo, por caridad, cuando sucede un terremoto. Pero pensar Haití –o Guatemala o cualquiera de esos países que conocemos poco y nada- nos incomoda. Allá la deuda interna es inocultable. No hay exitismo futbolero, ni Oscar, ni crecimiento a tasas chinas, que tape las consecuencias monstruosas del capitalismo. Haití es un país chico y un espejo grande. Junto a la memoria digna de la rebelión pasada encontramos una patria dominada, partida al medio. El espejo del país hermano nos devuelve la realidad cruda: la que requiere menos estatuas y eventos pomposos, y más cambios estructurales para acabar con el hambre después de tantos siglos y poder festejar de verdad.
  • Editorial de La Pulseada N° 79, mayo de 2010.

viernes, 21 de mayo de 2010

Sobre el oficio de buscador y otros comentarios

Tengo que decirlo: no dejan de sorprenderme las palabras que “la gente” pone en los buscadores. O más concretamente: las búsquedas de cadenas de palabras en Internet con las que algunos han llegado acá (Sí: sépanlo, la web es recontra botona).
En los registros de mi blog, encuentro gente que las últimas semanas llegó buscando:
  • oficio librado por el colegio de veterinarios argentina
  • el oficio de panadero desde 1810 a 2010
  • propuestas económicas para la reforma estudiantil infantil de haiti por parte de rusia
  • oficio de reclamo de retiro de dinero
  • profesores un oficio de esclavos
  • oficios surgieron a partir de la fecha centenario 1810
Un primer comentario suelto: si de captar desorientados se trata, fue un hallazgo el título de este blog. Cada internauta que se pregunta por un oficio, corre peligro de caer en este antro.
Segundo, serio: hay un grave “analfabetismo digital” en esas búsquedas. Habría que darse la tarea de educar en el oficio de buscar.
Tercero, de curioso: creo que si uno tuviera acceso a los registros de todas las búsquedas en Google, o en Yahoo… debe ser intersantísimo.
Porque más allá de la ignorancia sobre los motores de búsqueda, evidentemente “la gente” está llena de rollos en el marote. Somos complicados, quiero decir, y me incluyo. A veces le damos tanta vuelta a una idea, que terminamos diciendo lo contrario.
Aprendí algo de eso esta semana. Aún siendo licenciado, me fue mal en comunicación.
La lección: lo simple, se dice simple. Quizás sea hora de leer menos sociología y más literatura. ¿No?

sábado, 15 de mayo de 2010

"el juego psicogeográfico de la semana"

escoja un país, una ciudad, más o menos poblada, y una calle más o menos bulliciosa, de acuerdo con lo que está buscando. construya una casa. amuéblela. aproveche al máximo los escenarios y los alrededores. escoja la estación del año y la hora del día. reúna a la gente adecuada, con la música y las bebidas adecuadas. obviamente, la luz y la conversación deben ser acordes a la ocasión, al igual que la meteorología o sus recuerdos.
si no ha habido error en sus cálculos el resultado debería satisfacerle.

(En POLLATCH, n°1, 22 de junio de 1954)

Algo me llevó, hoy, sábado, con frío, con mate, a releer unos textos situacionistas que tenía por ahí. La reivindicación de la aventura y de la alegría, en general, y la ironía lúdica de un texto como éste, en particular, me devolvieron la imaginación a un "estado de Muestra Ambulante" (placentero, por supuesto). La "Introducción a una crítica de la geografia urbana" de Guy Debord, por su parte, me quedó picando:

De todos los asuntos en los que participamos con mayor o menos interés, la búsqueda a tientas de una nueva manera de vivir es la única cuestión que sigue siendo apasionante.

(¿Sí? ¿Será la única?)

martes, 4 de mayo de 2010

La ciudad privada

Regreso a una vieja práctica de este blog: la de revisar papeles viejos y volver sobre recuerdos atesorados, esos gustos difíciles de darse en artículos que se escriben en tercera persona. En la biblioteca de casa tengo una colección de Cuadernos de La Plata: una revista en formato de librito que salió entre octubre del ´68 y algún momento de 1972, vinculada a la intelectualidad socialista de la ciudad. Están los nombres de Enrique Anderson Imbert, Alejandro Denis-Krause, Aníbal Sánchez Reulet, Noel Sbarra, Emilio Corbiére, José Sazbon, entre muchos otros. Arrancó dirigida por Guillermo Korn y Luis Aznar, con su oficina ubicada en el edificio Odeón de Venezuela, lugar de tempranos exilios. El número que siempre me llamó la atención ya tiene domicilio platense: es el tercer Cuaderno, y data de julio de 1970.
De eso hace cuarenta años. Y ahí están, sobre el papel amarillento y la tinta intacta, los mismos dos apellidos que se leen acá al costado. Anselmo R. Badenes escribe un artículo sobre la ciudad. Eduardo C. Schaposnik asume, en ese número, la dirección de la revista. Recién algunos años después el primero, mi papá, sería el yerno del segundo, mi abuelo materno.
Cuarenta años hace. Mi viejo era arquitecto. Digo era, en tiempo pasado, porque cuando nací ya estaba en plena retirada de la profesión. “Antes arquitecto y ajedrecista, ahora docente y escritor”, se definió alguna vez, palabra más o menos. No he leído mucho de lo que escribió, salvo aquel librito de palabras talladas en el taller de René. Para mí era profesor. Daba clases de matemáticas o de geometría. Iba a la cárcel de Olmos, y también tomaba un TALP hacia Junín. Sobre su paso por el FOSMO evoqué algo el año pasado. Después apareció el Autocad y las clases en ingeniería.
La cosa es que en 1970 era arquitecto. Hace cuarenta años... Pablo estaría dando sus primeros pasos. Y él escribió en el Tercer Cuaderno de La Plata un artículo que se titula “¿En qué ciudades vivimos?”.
No lo fui a buscar de casualidad. Lo hice pensando en el nuevo Código de Ordenamiento Urbano que acaba de aprobarse acá mismo, a espaldas de la sociedad, con una alianza entre el bruerismo y los felipistas de Unión-Pro. La ordenanza tiene 143 páginas pero, en esencia, no es difícil de sintetizar. Más negocio inmobiliario y menos planificación urbana. Edificios más altos en el centro, sin calcular ni importar el riesgo sanitario, la contaminación sonora, el colapso de los servicios públicos (En mi barrio casi se festeja que la zona es más o menos definida como de preservación, o sea que zafaríamos de las topadoras y los rascacielos. Pero no hay barrio sin ciudad…)
El arquitecto Badenes decía en aquel entonces que la forma de nuestras ciudades era producto de un puñado de ideas básicas. La primera, fundamental, era la propiedad privada de la tierra. Y en el centro, se trata de un bien escaso. “El aprovechamiento de la tierra urbana sólo puede traducirse de una manera: con el aumento de construcciones sobre ella. Así, primero se densificó la planta sobre cada lote, eliminando los espacios libres, y luego se comenzaron a construir plantas sobre plantas, en la medida en que la técnica lo hacía posible”. Las técnicas modernas de construcción -el esqueleto de hormigón armado, el ascensor- nos legaron torres, blocks, monoblocks y rascacielos, que no fueron más que “productos simples del afán especulativo del poseedor de la tierra (sigue siendo así) o bien afanes de ostentación de los gigantes del dinero”. Ante el crecimiento sin control surgieron los códigos de edificación. Frente a la regla, surgió la corrupción y la entrega. Decía el artículo de 1970: “el Derecho y la Técnica no han hecho más que secundar los deseos del poder económico, que es el nervio de nuestra época”. Los códigos de regulación, única herramienta para poner un poco de orden, nacían atrasados y burlados por la realidad.
Le sigue a esa reflexión un punteo de “los problemas más peligrosos y poco analizados en nuestras ciudades”. Desde la falta de conocimiento sobre las redes de servicios públicos que se superponen en las calles, hasta la ausencia de control sobre la contaminación del aire, pasando por los problemas de tránsito que “se han resuelto hasta hoy con ´parches´; semáforos, señales, manos de circulación, cruces y desvíos” que provocan más problemas que soluciones. Si no fuera por algún dato muy específico, algún término en desuso o el papel amarillo de la edición, diría que el artículo está escrito ayer. Pero hace cuarenta años.
Decía mi viejo, cuando era arquitecto y el director de la revista no era su suegro, allá por 1970:
“¿Puede la tierra urbana ser de propiedad privada? ¿Puede alguien enriquecerse con beneficios que, de hecho, pertenecen a la comunidad que los ha creado? ¿Puede un propietario arruinar a otro, ejerciendo los derechos que la ley le concede inicialmente? ¿Puede la comunidad entera seguir arruinándose, construyendo edificios que son lamentables formas de mediocridad?”

Cuarenta años después, La Plata tiene un "nuevo" código. El procedimiento legislativo nos dice bastante. Los concejales de la Comisión de Planeamiento se reunieron en un domicilio particular. Se cagaron en las advertencias de especialistas y en las opiniones de organizaciones sociales. Votaron en una sesión cualquiera, sin debate público.
Voy a llamar a papá y darle la mala noticia de que, hasta ahora, han podido.


FOTO MARINA LOSADA, de su trabajo "Tapar el sol"

domingo, 2 de mayo de 2010

La Reforma del 19

Casi un siglo después, “la Reforma del 18” suele nombrar un puñado de principios de gestión universitaria. Lo vivido entonces se evoca sin demasiado detalle, como un acontecimiento cordobés con amplia repercusión. Sin embargo, hubo muchas luchas, muchos protagonistas, muchas reformas y muchas traiciones. En La Plata, la gran rebelión se dio en 1919/20 y no necesitó ser anticlerical. Una retrospectiva hacia la “huelga grande”, la gestión Taborda y el grupo Renovación.

Hay una cita conocida: “Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”. Hay un actor protagónico: la juventud universitaria cordobesa. Y una fecha conmemorada: el 15 de junio de 1918, cuando irrumpió en una asamblea para desconocer la elección del rector.
La reforma universitaria, hito clave de una historia que hoy se nombra desapasionadamente, nació en esa época, acompañada por las palabras de ese Manifiesto Liminar, y tuvo su epicentro en Córdoba, donde funcionaba la más retrógrada de las universidades de entonces.
Pero a aquel levantamiento juvenil “contra un régimen administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad” le siguieron otros, y el movimiento logró un alcance latinoamericano. En cada sitio tuvo una expresión particular, según la realidad que enfrentaba. Esa parte de la historia se pierde a la distancia, cuando “la reforma” evoca un puñado de principios organizativos aceptados como algo dado, incluso más allá de las convicciones. El movimiento fue mucho más. Fue más allá de Córdoba, de 1918 y de un reclamo de cogobierno.

De Córdoba a La Plata
El 15 de junio, cuando empezó la rebelión mediterránea, la federación platense envió un telegrama: “En la lucha que en estos momentos libráis con la esclavitud incivil y anacrónica, la Federación Universitaria de La Plata fraterniza con vosotros. La libertad de la patria no ha de residir en la letra de su constitución, sino en el pensamiento de sus hijos; así ella será una verdad efectiva. Y esa Universidad, al dogmatizarse por obra de sus elementos retrógrados, traiciona al estado a cuyo amparo vive, y a la humanidad, porque su ideal no es la esclavitud, sino la máxima libertad”. Además convocó a una huelga general para el 19 y 20 de junio. La revuelta había traspasado los límites de Córdoba.
El mes siguiente representantes de ambas federaciones se encontraron en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, convocado para acordar un programa de lucha. Uno de los delegados platenses fue Armando Orfila Reynal, quien mucho más tarde se destacaría al frente de Fondo de Cultura Económica y en EUDEBA, entre otras editoriales. En aquel congreso propuso realizar, a partir de la cooperación estudiantil, campañas de higiene pública y contra el analfabetismo adulto. La acción social estaba en el centro de la agenda del reformismo local.
En 1921 otro platense, Héctor Ripa Alberdi, presidió la delegación argentina al Congreso Internacional de Estudiantes reunido en México, cuando el movimiento había alcanzado una dimensión continental. Al participar de encuentros gremiales dentro y fuerza del país, los dirigentes establecían lazos con la intelectualidad progresista de toda América Latina que marcarían la historia de la UNLP.
En La Plata, la organización federada databa de principios de la década del ´10. Desde entonces sostuvieron algunas demandas básicas, como la asistencia libre a clase o la reorganización del calendario académico. El mayor reclamo, sistemáticamente denegado, fue participar en los consejos académicos.
A diferencia del cordobés, el reformismo platense no se alzó contra el dogmatismo de los profesores. La Universidad local, refundada en 1905 por Joaquín V. González con una orientación más experimental que profesionalista, era una institución progresista para su época. Había nacido anticlerical: aquí no era necesario alzar esa bandera. La institución, incluso, había contemplado la actividad de “extensión”. Con sus limitaciones, pensaba el rol de la universidad más allá de sus muros, por primera vez en la historia argentina.
Otro aspecto distintivo de la nueva institución era que abarcaba todo el ciclo educativo desde la formación primaria. La estrella del proyecto era el Colegio Nacional: tenía sus propios laboratorios, un campo de deportes y dos internados. El predio que hoy ocupan varias facultades era utilizado por unas pocas decenas de alumnos. Laica y con principios humanistas, no dejaba de ser una institución de élite, propia de la Argentina de la Belle Epoque. González, que la gobernó durante cuatro períodos, se retiró justo antes de que estallara el conflicto que señalaba un cambio de época.
En 1918 el fundador dejó la Presidencia a Rodolfo Rivarola, elegido en una asamblea de profesores. Su último discurso muestra los límites de su progresismo: señaló que los estudiantes debían obedecer a quienes “gobiernan enseñando”. Además consideró que la juventud platense, que empezaba a mostrar orígenes sociales heterogéneos, estaba contaminada por prejuicios y sentimientos contrarios a “la natural superioridad” de los profesores, que debían ejercer “sus virtudes domesticantes o catequistas sobre el alma del neófito”.
El fuego reformista se encendía y González, en retirada, echaba leña. El nuevo rector no se quedó atrás: al inaugurar los cursos de 1919, se manifestó contra la intervención estudiantil en la elección de autoridades.

Hacia la “huelga grande”
Entre marzo y mayo de ese año, el gobierno de la UNLP cedió a algunas demandas. Habilitó la participación estudiantil en el Consejo Superior, con voz pero sin voto. Luego aprobó la “asistencia libre” y la “docencia libre”. Pero el conflicto seguía encendido.
Confrontar con algunas figuras retrógradas fue central en la acción reformista de los estudiantes y de docentes aliados como Alejandro Korn o Ricardo Levene. La mira estuvo puesta en dos protagonistas de la Universidad gonzaliana: Ernesto Nelson, uno de los tutores del Internado, y el pedagogo normalista Víctor Mercante, aficionado a la frenología, que medía el cráneo de los estudiantes para inferir sobre su carácter y aptitudes intelectuales.
La tensión ardió decididamente a partir de un asunto puntual: la denuncia de la corrupción imperante en Agronomía y Veterinaria, que por entonces conformaban una facultad. El decano querelló por calumnias e injurias a los alumnos, que solicitaron la defensa jurídica de Palacios.
Un aspecto distintivo del caso platense fue la aparición de una organización estudiantil “disidente”, anti-reforma, conocida como Concentración Universitaria. El enfrentamiento con la FULP fue violento. Un estudiante resultó muerto en una mesa de examen. Fue durante el sexto mes de la huelga estudiantil iniciada el 20 de octubre de 1919.
Se trató de uno de los conflictos universitarios más largos, e incluyó la toma de edificios emblemáticos como el Museo. En diciembre, la Federación Universitaria Argentina reclamó al presidente Yrigoyen que dispusiera una intervención para reformar sus estatutos. La huelga continuaba. La FULP decidió tomar la universidad otra vez, lo que provocó una salvaje represión.
Mientras tanto, diarios como La Nación y La Prensa sembraban sospechas sobre los reformistas. Citando fuentes policiales señalaban vínculos con obreros anarquistas. En el mismo tono intervino el gobernador José Crotto, provocando cruces con el gobierno nacional, que era de su mismo signo político. En una carta al ministro del interior, el líder de la FUA Gabriel del Mazo contestó con altura las acusaciones: “El señor gobernador no pierde oportunidad de poner de manifiesto la adhesión de los obreros a los estudiantes. Nos acusa por esta circunstancia y nos sentimos honrados por ella (…) Bien sabemos que es esta la reacción natural del espíritu viejo. La simpatía entre estudiantes y obreros es una resultante lógica y natural del momento histórico que vivimos; y los ideales que animan a la reforma universitaria, conjuntamente con la voluntad de propender al enaltecimiento de la universidad argentina, dan vida a un anhelo de justicia social”. Dos décadas más tarde, Del Mazo secundaría a Palacios en el rectorado de la UNLP, en un breve período de fuerte inspiración reformista.
En marzo de 1920 Crotto se metió de lleno al ordenar a la Policía bonaerense la represión de los actos estudiantiles. En abril, cuando ocurrió la muerte del estudiante de medicina David Viera, los reformistas ingresaron al Colegio Nacional y desalojaron a los docentes. Hubo decenas de detenciones. El Consejo Superior decidió expulsar de la institución a los manifestantes. Como respuesta la FUA declaró una huelga nacional. Finalmente, las autoridades no pudieron lograr condenas y perdieron cualquier apoyo del gobierno central. El 5 de junio Rivarola renunció. En menos de un mes, el Presidente de la Nación aprobó un nuevo Estatuto, coincidente con la propuesta reformista.

La gestión y la traición
La agitación no terminó ahí. Los rectores que vinieron después no tardaron en enfrentar a los reformistas. La gestión de Carlos Melo fue efímera y antecedió a la llegada de Benito Nazar Anchorena, un personaje acomodaticio cuya trayectoria es un ícono de la traición. Antes de llegar a la UNLP había sido decano en Santa Fe, aliado a los renovadores. En los ´30 sería interventor en la UBA y líder de una restauración conservadora. En su paso por La Plata tuvo una actitud intermedia, ambivalente.
Así, el “gobierno de los reformistas” en esta ciudad no debe buscarse en el Rectorado, sino en el Colegio Nacional, donde se desempeñó Saúl Taborda, un cordobés con un reconocido ideario americanista y anticapitalista. Taborda había sido estudiante de abogacía en la ciudad. Como tal participó del Congreso Universitario de 1910. Luego intervino en el Grito de Córdoba. Y en La Plata, poco antes de que terminara la “huelga grande”, dio una conferencia en el Teatro Argentino titulada “Docencia emancipadora”, cuestionando la existencia de escuelas “para ricos y para pobres, para niños y para niñas, clásicas y técnicas, para gobernantes y gobernados, para doctores y para obreros”.
Su designación en 1921 al frente del Nacional fue considerada un triunfo de los estudiantes movilizados. Para entonces se había resuelto el cierre del Internado, representante de “una tradición de favoritismo y nepotismo” y “uno de los más grandes fracasos de la Universidad, desde el punto de vista económico y pedagógico”, según palabras de Alejandro Korn.
Taborda se trasladó a La Plata junto a Héctor Roca –hermano de Deodoro, autor del manifiesto del 18- para impulsar una transformación pedagógica. Entre otras cuestiones, reemplazó la férrea disciplina patriarcal por un régimen de convivencia y autocontrol. Además proyectó una “Casa del Estudiante”, orientada a la formación física y estética de todo el alumnado platense. Proponía situarla en los edificios que poco antes había ocupado el selecto internado, que empezaban a ser objeto de disputa por parte de las facultades. Con el apoyo de la FULP, logró la cesión de esos espacios. Taborda imaginaba la Casa como “un hogar espiritual de puertas abiertas” y por eso lo ofreció como sede a los centros de estudiantes y la Federación Universitaria.
Por otra parte, insistió en promover actividades para y con la comunidad, objetando la forma en que se habían ejercido hasta el momento: “La Universidad arrojó al pueblo una migaja de su tesoro en lugar de entregarle todo el tesoro (…) El sistema de la limosna es una creación del adinerado egoísta; y paralelamente, el sistema de la ´extensión´, del reflejo, del brillo lejano de la sabiduría, sólo puede caber en las concepciones de minorías mezquinas que creen que la ciencia es un privilegio de los signados por el dinero, la suerte o el nacimiento”.
Pronto la gestión Taborda entró en tensión con otros sectores. Es probable que el cordobés haya avanzado más de lo que la estructura universitaria –en reforma pero no en revolución- podía aceptar. Terminó exonerado, acusado de traidor a la patria por propagar ideas “libertarias y maximalistas” y simpatizar con la revolución rusa. Los estudiantes tomaron el colegio y llegaron a constituir sus propias autoridades, pero el Rectorado recurrió a la Policía y retomó el control.

Otra vez en la trinchera
Los años siguientes –sobre todo a partir del golpe del 30- la reforma tuvo marchas y contramarchas en todas las universidades. En La Plata, más allá de Taborda, la historia del movimiento es una historia que transcurre en sus trincheras y se recuerda con un nombre característico: Renovación, título del periódico que editó la FULP al inicio del conflicto y luego del grupo donde los reformistas armaron su refugio.
“Al resolverse el triunfo estudiantil en una defraudación –lo que se denominó el nazarismo- los núcleos descontentos que se consideraron portadores del verdadero espíritu de la Reforma intentaron seguir luchando, primero en torno al Rector Saúl Taborda, en el colegio Nacional en notable como efímera comunidad de estudiantes y profesores, luego en la supervivencia militante del Grupo Renovación”, recordaba uno de sus principales militantes, Guillermo Korn, hace medio siglo. Inspirados en un socialismo libertario, editaron la revista Valoraciones y formaron una compañía teatral que sintetizó una idea de extensión universitaria que –decían- había quedado trunca en la reforma (ver Materia Pendiente N° 2).
Luego, los protagonistas del movimiento platense siguieron distintos caminos. Algunos tuvieron una militancia partidaria –sobre todo en el Partido Socialista-, otros se destacaron en sus áreas de trabajo. Con el tiempo la mayoría entendió que, como reflexionó Deodoro Roca en 1936, la Reforma fue todo lo que pudo ser. No pudo ser más de lo que fue, en drama y actores”. Las palabras del autor del Manifiesto Liminar volvían a señalar los dolores que quedaban:Sin reforma social no puede haber cabal Reforma Universitaria…”

  • Publicado en Materia Pendiente, Año 3, #8, otoño 2010

“En la hora del triunfo”

Hay que hacer de nuevo las universidades, nuevos planes, nuevas orientaciones; no basta modificar un estatuto, no es suficiente hacerlo más amplio, hay que modificar fundamentalmente todo el sistema; el tipo de sociedad que está naciendo exige cosas que antes eran inconcebibles, y la Universidad, si quiere dejar de ser un parásito y una execrable escuela de castas debe abrirse como una flor a todos los vientos, debe enviar su perfume a todas partes, debe vivir la vida de todos y tener por límites el horizonte. Basta de profesionales sin sentido moral, basta de pseudos aristócratas del pensamiento, basta de mercaderes diplomados; la ciencia para todos; la Universidad del mañana será sin puertas ni paredes, abierta como el espacio: grande. Así, más hermosa aún, más grande, más verdadera será la Universidad, cuando este tipo de civilización egoísta y logrero caiga al empuje de la nueva civilización que avanza, incontenible (…) Suenen las campanas anunciando fiesta y suene como campanas nuestro corazón, porque llegó la hora de la liberación.

  • En Renovación, 16 de julio de 1920.
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