viernes, 29 de octubre de 2010

Opciones

“…esta puta suerte que nos puso en frente a un tipo impresentable que nos ganó el corazón y la cabeza y se fue” (Vero, en un mail)

“Nos sorprendieron estos años reconociéndonos como oficialistas, aunque sea en una reunión para hincharle las pelotas a un interlocutor miserable” (Mariano, en su blog)

“Yo no sabía que éramos tantos...” (Brienza, en Facebook)

La primera vez que escribí sobre Kirchner (no fueron muchas) fue en un diario local, en marzo de 2003. El director era candidato a intendente por un partido que habían fundado Luis Duhalde y Ramón Torres Molina, por entonces de los poquitos definidos como “kirchneristas”. Me acuerdo que no le gustó. Mi nota era una invitación a votarlo, pero el argumento era “el mal menor”. Sí, yo soy uno de esos: un kirchnerista de segunda vuelta. Y como el balotaje se canceló, no llegué a votarlo para Presidente.
Después vinieron algunas sorpresas. El kirchnerismo fue menos de lo que queríamos pero más de lo que esperábamos; y, siendo sinceros, quizá más de lo que merecíamos. No olvidemos que en aquella elección, los dos candidatos de una derecha explícita -que sugerían sacar las fuerzas armadas a la calle- sumaron cerca del 50% de los votos. Al pingüino no lo había votado casi nadie (El año pasado, sin ir más lejos, perdió las elecciones con De Narváez).
Hubo políticas valiosas, otras de mierda. Todas las discutimos. Lo más interesante fue eso: de a poco, volvió la militancia. No la trajo Kirchner solo, claro; nadie se olvida del 2001 y antes. Pero el kirchnerismo reabrió la posibilidad de debatir en el espacio público y politizó, a favor y en contra. Muchos jóvenes se encontraron con la política como algo nuevo: ése es, siento, el testimonio de mi generación.
Pienso en mi época del colegio secundario. Los que estábamos en el centro de estudiantes éramos medio bichos raros. Así nos daban a entender compañeros que estos últimos años descubrí movilizados, haciendo y discutiendo política apasionadamente.
Para mi no era tan nueva, porque tuve suerte con la familia que me tocó. Pero me acuerdo que cuando empecé a prestarle atención, lo mejorcito que uno encontraba en la tele era el Frepaso. Ay... Me vienen imágenes. Hacían apagones contra las tarifas de Edesur. Pedían organismos de control… Progresista era combatir la corrupción y nada más.
Algo de eso escribí hace dos años y medio, cuando sucedió el conflicto entre el gobierno y las patronales del agro por el aumento de las retenciones, y en La Pulseada apuntamos unas columnitas de urgencia. La medida me parecía insuficiente y el debate mal planteado, pero yo expresaba mi alegría: sentía que la discusión política retornaba a la vida cotidiana. Volvían palabras olvidadas y se corría el horizonte de lo discutible.
Por esa misma reivindicación de la política, estos días me duelen las noticias. Primero el asesinato de Mariano Ferreyra –sí: en manos de una burocracia sindical que avalaron- y luego la muerte de Kirchner, que también murió militando. Porque no falleció “un ex presidente”, como Alfonsín: murió un diputado que hace unos meses destrabó el matrimonio igualitario; murió el secretario general de la UNASUR, la comunidad latinoamericana que hace un mes frenó un golpe de Estado. Murió un tipo que estaba en todas, incluso varias que no comparto. Murió y quedamos con la boca abierta, quizá temiendo perder aquello que no reconocíamos haber conquistado.
Leí por ahí a un amigo hablando de bonapartismo y me enojé con Marx. Volví a escuchar clientelismo y respondí con ironía: “sí, estaban todos por el pancho, la coca y la netbook". Miré de lejos por tele. Hablé por chat hasta que me harté, y al final opté por ir a la plaza que se había ido llenando en el día. Llegué ahí, digamos, en segunda vuelta.
La plaza desbordaba. Desbordaba de gente y desbordaba a aquellas etiquetas fáciles que suelen explicarnos la política. Desbordaba también a los esquemas de los militantes viejos, porque no había zonas delimitadas ni se disputaba el protagonismo de las banderas. Y desbordaba las palabras, porque nadie encontraba una que nombrara esa extraña suma de dolor, miedo y esperanza, de angustia y sorpresa, de cuántos qué somos, de ahora qué hacemos… ¿Qué haremos?
Seguramente votemos a Cristina el año que viene. Ojalá vaya con Sabatella, dijimos. Ojalá lea la plaza de ayer: esa juventud sin aparato, esos sueños sin recetas.
-Otra vez, uno termina siendo kirchnerista por obligación –me dijo un amigo por MSN, al final del segundo día monotemático, pegados a la compu y el televisor. Pero no. No es una obligación: es una opción. Uno elige. Y sí: opta por el mal menor, por la sorpresa, por algunos proyectos y algunos compañeros, por Bonaparte, por el tipo impresentable que ahora extrañamos. Y en esa opción, también construye, porque las cosas también ocurren de abajo hacia arriba.
Tengo la sensación de que lo que viene será de una forma por lo que hubo en la plaza estos días. Y que si no, sería diferente.
En ese sentido, no soy pesimista. Creo que vienen tiempos interesantes, como todos estos años en América Latina. Me da gusto vivir esta época. Optar en ella. Incluso equivocándome.


PUBLICADO EN LETERCERMONDE.COM
AQUÍ, FOTO
DANIELA CAMEZZANA (Dulce Pandillera)


Addenda nocturno: Un ratito después de estas líneas, el colega Pablo Marchetti (de Barcelona) escribió un texto imperdible: Nosotros. Vale la pena. Si en lugar de escribir "Opciones" hubiera recurrido -como ayer- a los links, éste estaría en primer plano.

Las intenciones de Cobos (según TN)

...El vicepresidente Julio Cobos dijo que intentó “perturbar un momento de dolor”...


HALLAZGO DE SANTO, EL CIUDADANO

jueves, 28 de octubre de 2010

Post

Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas...
Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad, la bienvenida.
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida.

Tenía ganas de escribir una notita generacional, pero ya la escribió impecablemente el Buen Salvaje.
Tenía ganas de calificar la hijaputez de algunos escribas, pero ya lo hizo bien Aliverti.
Tuve ganas de ir a la plaza, y fui.
Y me quedaron ganas de ya no ver la inmensa palabra "Dolor" en primer plano en mi blog (Alguien me dijo ayer qué fuerte que era entrar acá y que hubiera dos posts consecutivos "de muerte"). Las ganas de siempre, de honrar la vida.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Dolor

Imagino que algún hijo de puta grafiteará "viva el paro cardiorrespiratorio".
Pienso lo que hizo, pienso lo que no.
Intuyo lo que viene.
Estoy atónito.


El kirchnerismo coyuntural despide a un aliado.

miércoles, 20 de octubre de 2010

"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti"
(John Donne, 1624)

* Algo sobre Mariano, acá. Y otra reflexión, allá.

lunes, 18 de octubre de 2010

Buscando a López en Facebook

"Este juego explora formas de ubicar el reclamo en espacios donde tradicionalmente no ingresa. De vincularlo con sensibilidades desde las cuales ampliar el registro militante". Un gran laburo de LULI:

sábado, 16 de octubre de 2010

Prensa propia (lecciones de la historia)

Ahora que todos, en Chile y en el mundo, hablan de las minas, empiezo con una cita de plena vigencia, sobre las condiciones de trabajo de los mineros:
“…seguir los pasos de aquellos seres humanos que descienden al fondo de las minas, seguirlos a través de galerías sinuosas, tenebrosas, inacabables, chapoteando fango, presenciar luego cómo trabajan aquellos hombres, la mitad de los cuales son aún niños; verlos agazaparse, arrastrarse, escurrirse por agujeros donde pican y palean el carbón (…) Sentir la sed abrasadora, delirante, que hace soñar despierto con una fuente, con un arroyo, con un río cada vez más grande, tanto como la impiedad del contratista (…) Sentir (…) que los peligros permanecen latentes a su lado (…) Creemos que Dante vería más variados suplicios en estos antros que en el Infierno por él imaginado”

Es una cita con plena vigencia, pero no actual. Data de enero de 1923. Y corresponde a un artículo titulado “La mina”, publicado en El carpintero y el aserrador, el órgano del Sindicato de Carpinteros, Aserradores y Anexos, publicado en Buenos Aires.
No me interesa la antigüedad de la cita -uno podría buscar otras muy anteriores sobre las condiciones de la explotación humana- sino la antigüedad del medio.
Es interesante ir atrás en el tiempo, hacer un poco de historia, más allá de las experiencias puntuales que podamos contar sobre la construcción de nuestros propios medios. Las referencias que conforman la mesa* son experiencias surgidas, cuanto mucho, a mediados de los noventa: ANRED tiene 15 años, Indymedia 11, La Pulseada casi nueve, y RAP lleva al aire poco más de un año.
Pero hablar de los medios alternativos y comunitarios también podría ser hablar de una tradición de prensa obrera que en nuestra región ya tiene 150 años, por lo menos.
Pienso por ejemplo en El Proletario, órgano de expresión de los negros en Buenos Aires, que se fundó en abril de 1858. Pienso en periódicos que fueron muy importantes, como El obrero panadero (1894), que llegó a tener una tirada superior a los 5000 ejemplares y duró más de medio siglo. Pienso en muchas experiencias: en los 50 años que van desde la fundación de El obrero panadero hasta 1944, surgen más de 130 publicaciones obreras... Pienso, en fin, en una prensa gremial que fue muy intensa hacia fines del siglo XIX, cuando los trabajadores se organizaron en sociedades de resistencia y gremios para buscar mejores condiciones de trabajo y de vida.
En la misma década que El obrero panadero surgieron periódicos como El Carpintero, El mecánico, El pintor, entre otros. También circuló La Voz de la Mujer (1896-1897), expresión de las anarquistas y comunistas que levantaban la bandera "Ni dios, ni patrón, ni marido".
Muchos periódicos tomaban la denominación “El obrero…” y le agregaban el adjetivo del oficio. Así, hubo medios como: El obrero ebanista, El obrero peluquero, El obrero aserrador, El obrero gráfico, El obrero sastre, El obrero en madera, El obrero fideero, etcétera.
Estamos hablando de una prensa alternativa que se planteaba como objetivos contrainformar y educar. Lo primero en oposición a la "prensa burguesa", asumiendo “un extenso campo de la propaganda, un trabajo de guerrillas, un trabajo de iniciación, un trabajo insensible para los cerebros y que sin embargo los transforma, los nutre de gran caudal de conocimientos y los pone aptos para asimilar la lectura de los libros y los folletos” (la cita es textual de El Obrero Panadero, 26 de abril de 1900). A su vez, había una tarea docente, una pedagogía revolucionaria como dice Mirta Lobato en un libro reciente sobre el tema. Esos periódicos incluían ensayos sobre diversos temas, desde filosofías sobre la condición humana hasta la disputa nacional entre federalismo y centralismo.
Además, por supuesto, había crónicas de los reclamos en fábricas y talleres; no sólo locales: también ampliaban la mirada hacia otras regiones.
Esa labor se realizaba no sin dificultades. La época del Centenario, que la aristocracia festejó bajo el imperio del Estado de sitio y la aplicación de las leyes de Residencia y Defensa Social, fue tremenda para estas experiencias. Uno puede leerlo en las editoriales de la prensa obrera del otro lado del Río de La Plata. Decía El obrero gastronómico (Uruguay) en 1920, en un artículo titulado “La lucha social en Argentina”:
“El terror gubernamental y policial impera en la República Argentina contra las clases obreras; como imperaba en la Rusia de los zares. A la prensa obrera y revolucionaria se le aplica la ley mordaza o sea la famosa ley social, impidiendo así que el diario Tribuna Proletaria y La Protesta, este último decano de la prensa obrera y revolucionaria sudamericana, salieran a la publicidad alentando a las masas del vecino país, para que imitando a sus camaradas de allende la Europa se prepararan de una vez por todas para dar por tierra con todo el cinismo que se encarna en la mente de los gobernantes y policías argentinos. No tardará en llegar la hora final, la trágica hora que les llegó a los zares de la Rusia hoy revolucionaria”

Otro período duro para el ejercicio libre de esta prensa fue el primer peronismo. Una de las principales formas de ahogo se explica en términos actualmente tematizados en el debate público, como el control del abastecimiento de papel. Los medios alternativos de los sindicatos, igual que las empresas periodísticas opositoras, no conseguían el papel que las empresas afines y la prensa gremial peronista obtenía sin problemas.
Todo eso asumado a las dificultades económicas corrientes, porque no estamos repasando experiencias idílicas, que hayan sido fáciles de construir. Sabemos de qué estamos hablando.
Por último, me parece importante tener presente que esta tradición se puede recuperar no sólo en los medios impresos, sino también en otros dispositivos mediáticos.
Ahora que todos, en Chile y en el mundo, hablan de las minas, y ahora que en Argentina se habla bastante de las emisoras comunitarias, no está mal recordar que las primeras radios comunitarias fueron las que montaron los trabajadores mineros en Bolivia. Y otra vez encontramos mucha historia -seis décadas- y una gran experiencia, la de una red que llegó a incluir 27 emisoras sindicales, como La Voz del Minero (1952).
Cada radio pertenecía a un sindicato y cada organización se manejaba con autonomía y practicando formas de autogestión inéditas para el país. Los integrantes de los gremios financiaban las emisoras entregando una fracción de su salario, y esto pese a los sueldos extremadamente bajos, lo cual muestra una gran conciencia sobre la importancia de contar con medios de comunicación propios.
Esas radios, tecnológicamente elementales, se convirtieron en importantes instituciones locales, en las que se adoptaron formas de organización democráticas y donde los propios mineros se volvieron radiodifusores, llevando los micrófonos a lo más profundo de las minas y también a sitios de encuentro como mercados, iglesias o lugares deportivos, para dar la palabra a los sectores populares. Fueron radios que resistieron a los gobiernos autoritarios y que acompañaron las luchas sindicales. Radios que hicieron, en definitva, algo que tenía ya un siglo de historia.
Algunos recordarán aquel texto en el que Rodolfo Walsh dice que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan…”.
Al preparar estos apuntes pensaba en eso: que recuperar y tener presente esa historia nos da fuerza y también -dicho en los términos forjados en la experiencia de Cadena Informativa- nos da la satisfacción moral de sentir un acto de libertad.

* Apuntes retocados de la intervención en el panel "Medios alternativos - Medios comunitarios", en las V jornadas "Demoliendo Teles", donde compartí la mesa con compañeros de Indymedia, ANRED y RAP-Colectivo de Colectivos (Radio Futura).

Un par de referencias bibliográficas
Mirta Zaida Lobato: La prensa obrera. Buenos Aires y Montevideo 1890-1958. Buenos Aires, Edhasa, 2009.
Juan Suriano: Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890-1910. Buenos Aires, Manantial, 2001.
Ana María Peppino Barale: Radio educativa, popular y comunitaria en América latina. Origen, evolución y perspectivas. México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 1999.
La Voz de la Mujer. Periódico Comunista-Anárquico (1896-1897). Bernal, Universidad Nacional de Quilmes (Colección La ideología argentina), 2002.

Imagen:
Tomada de por ahí, en la web. La Protesta, fundada en 1897 (como "La protesta humana"), fue la publicación anarquista más importante de América Latina. Durante muchos años funcionó como diario.

viernes, 1 de octubre de 2010

Laica y libre

Hagan la prueba. Pasaron más de 50 años y muchos desconocen aquel debate. Busquen alguien que no lo haya vivido ni leído, y pregunten:
-¿Laica o libre?
Libre.
Suena mucho mejor. ¿Quién está en contra de la libertad?
La dicotomía laica versus libre estructuró el debate sobre una de las medidas más significativas del gobierno de Frondizi, hacia 1958, que habilitó a las universidades privadas a emitir títulos. Una de las convocatorias más grandes del movimiento estudiantil organizado ocurrió bajo ese lema. Defendían la bandera de la “enseñanza laica”, contra el proyecto gubernamental que tenía su mayor respaldo en la Iglesia católica, principal interesada en la habilitación de la educación superior privada.
Siempre tuve la sensación, cuando leí sobre esa disputa, que el progresismo la había perdido de antemano. La había perdido simbólicamente.
Tengo esa misma sensación ahora, cuando dejamos oponer derecho a la vida y derecho al aborto. Ojalá me equivoque; ojalá lleguemos a corregirnos a tiempo.
En la tele, en un noticiero bastante piola, más de una vez ví un zócalo que decía: “marcha a favor del aborto”. En rigor, pocas personas están a favor del aborto. Quiero decir: el aborto es una decisión difícil, una práctica dolorosa, una situación traumática. Nadie anda haciéndose abortos porque le gusta. No hay partidarios, hinchas o fans del aborto como los hay de un club de fútbol, de una banda musical o de un grupo político.
No se trata, el debate actual, de estar a favor o en contra del aborto, sino de su penalización o su despenalización, de su práctica clandestina (que condena a la muerte a las mujeres de las clases populares) o la realización en condiciones higiénicas, iguales para todos, y con un tratamiento que incluya el después.
Digámoslo, por si alguien tiene dudas todavía: miles de abortos se practican cotidianamente (A propósito, un slogan de la campaña uruguaya sacude las conciencias: yo aborto, tu abortas, nadie más se calla). Lo hacen incluso quienes buscan imponer al Estado una moral religiosa, del mismo modo que muchos opositores al divorcio sostenían familias extraconyugales, y algunos rivales del matrimonio igualitario esconden relaciones homosexuales. Lo practican, claro, en clínicas privadas que ofrecen toda la seguridad (en otras palabras: hoy el derecho a decidir se compra con dinero), mientras unas cien mujeres pobres mueren al año por obra de la legislación que sostienen quienes dicen “defender la vida”.
Hace unas semanas, a propósito de las pugnas por la ley de servicios de comunicación audiovisual, un amigo periodista escribió un texto exhortando a tener cuidado con las palabras. No deberíamos –decía- hablar del “artículo sobre desinversión”, sino del proceso de desmonopolización de la propiedad de las licencias. Hasta a 6-7-8, tan crítico de Clarín, se le escapa esa palabra.
Pues bien: de igual modo, si queremos un debate sano y certero, debemos tener cuidado a la hora de etiquetar las posturas y los actores movilizados en torno a la cuestión del aborto. Si titulamos “a favor del aborto” las marchas contra su penalización, empezamos a perder la batalla. Y claudicamos simbólicamente, sobre todo, cuando permitimos que la medieval oposición a la posibilidad de decidir asuma la bandera del “derecho a la vida”. Hablemos la palabra justa. La educación laica era una educación libre. Aclaremos a la sociedad que peleamos por la vida. Porque reclamar “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”, no es otra cosa que estar a favor de la vida.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...