viernes, 23 de diciembre de 2011

Un libro para releer

“Políticas de Terror. Las formas del terrorismo de Estado en la globalización”, Jerónimo Pinedo y otros, Ad-Hoc - CIAJ, Buenos Aires, 2007.

El atentado a las Torres Gemelas, el 11/9 de 2001, fue un gran favor para el poder hegemónico. De esa constatación parte Políticas del terror, un ensayo colectivo que explora el andamiaje jurídico y la política internacional que se gestaron a poco de que el fantasma del terrorismo calificara como un buen sustituto para ocupar el rol de enemigo que el ocaso del comunismo había dejado vacante.
Cinco integrantes del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ) y seis invitados estudian distintas dimensiones –sociales, políticas, legales– del complejo proceso que se disfraza de “guerra contra el terrorismo”, en el que los Estados llevan una doble vida. Por un lado reivindican la universalidad de los derechos humanos y se ajustan a sus estándares jurídicos. Por otro, se embarcan en una cruzada que requiere un “estado de excepción” permanente: avanza en todo el mundo el denominado “derecho penal del enemigo”, que no reprime actos sino actores, que extiende las penas al infinito y recrudece los dispositivos de vigilancia y castigo. Mientras, el Estado se desentiende de problemas sociales que apremian.
Sobre eso trata Políticas del terror, que no se circunscribe al caso argentino ni al derecho internacional, sino que incluye trabajos sobre la persecución de los anti-globalizadores en la Unión Europea, las medidas de excepción en el País Vasco, el oscuro discurso de la “seguridad democrática” en Colombia, y los ataques a los defensores de derechos humanos en Guatemala, donde la lucha anti maras es la versión local del chivo expiatorio. En todos los casos, el incremento de la violencia institucional y parainstitucional apunta a quienes hace rato padecen la criminalización de la protesta y de la protesta, estudiada por el CIAJ en un volumen publicado en 2004 junto a HIJOS La Plata y Ediciones Grupo La Grieta.
El nuevo libro –con el sello de una editorial especializada en derecho– es desparejo: textos prolijamente elaborados conviven con otros que intimidan por su tono tratadista o abruman con expresiones en latín, largas citas jurídicas y notas al pie infinitas. Pero todos ofrecen información abundante que vale la pena... y asusta: Chile apeló a la Ley Antiterrorista de Pinochet para tratar el conflicto mapuche; España estableció la responsabilidad penal para niños asociados al terrorismo (“antes que menores hay que considerarlos terroristas”, explicó Aznar); Colombia quiere extender el servicio militar a mujeres e indígenas; Estados Unidos autorizó “tribunales sumarísimos” donde el propio gobierno puede acusar, juzgar y ejecutar sin posibilidad de apelación.
La guerra antiterrorista evidencia rasgos compartidos con un mundo que se creía clausurado junto al nazismo y la segunda guerra: el desprecio por la vida, la muerte indiferenciada, la racionalidad instrumental, y campos para la exclusión y eliminación de una parte de la población cuya humanidad se niega. Este es el eje del capítulo escrito por Pilar Calveiro, que demuestra que los campos de concentración gozan de buena salud y, más aún, son centrales en la reorganización global del poder: “Guantánamo es sólo el caso más visible de una red mayor de centros de detención clandestinos”, un nuevo gulag que parece invisible a sus contemporáneos, igual que los campos de concentración de cada época, siempre admitidos con posterioridad. Queda clara la relación con su trabajo previo Poder y desaparición, por el que Calveiro es una de las firmas más conocidas de esta publicación, en la que acompaña a investigadores jóvenes y militantes. Entre ellos, Julián Axat propone un análisis claro y riguroso de los proyectos de legislación antiterrorista en nuestro país, en los que encuentra un parecido de familia con leyes y decretos “antisubversivos” que florecieron en los ´60 y ´70. La figura de la subversión, “un adefesio político engarzado a textos jurídicos”, resultaba tan indefinida como el terrorismo hoy.
Otro trabajo que sobresale corresponde a Rodolfo Iuliano, quien además de escudriñar las formas de la institucionalización imperial, con dispositivos de confinamiento que ya ni siquiera son disciplinarios, plantea incisivos interrogantes sobre el discurso internacional de los derechos humanos, que se ha mostrado impotente para enfrentar la política imperial. Su minucioso ensayo hace tambalear incluso algunas palabras escritas en otras páginas del libro. Sin descartar su potencial emancipatorio, Iuliano advierte la necesidad de superar la postulación abstracta de derechos para encarar una acción política que haga realidad el igualitarismo: “nos estamos preguntando por la viabilidad, la rentabilidad fáctica y la eficacia material que podría tener la encarnación del discurso de DD.HH. en un proyecto político situado dentro del campo de batalla, desvestido del ropaje episcopal del universalismo con que sermonea a su feligresia –la humanidad toda– desde un púlpito elevado por encima de las pugnas políticas concretas, múltiples y culturalmente heterogéneas”. El dilema se plantea entre seguir en la arena jurídica, donde hoy se muestra ineficaz pero perdurable, o probar suerte en la política, donde puede ser eficaz a costa de la contingencia.
En fin, con distintos tonos el libro examina los peligros de la cruzada por la seguridad global, busca herramientas para confrontarla, y demanda incluir la cuestión en la agenda de nuestras preocupaciones. La advertencia no parece desatinada. Y si quedaban dudas, en junio el Congreso nacional sancionó la norma que reclamaba el lobby norteamericano: una nueva ley antiterrorista.

Publicado en Puentes N° 21, año 2007.

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