domingo, 11 de noviembre de 2012

Texto en busca de un curador

Tengo la sensación de que está empezando un nuevo ciclo de organización en el campo de la cultura -que es parte de lo político-. Lo digo en crudo, casi pensando en voz alta. Lo digo hablando de mi aldea actual –La Plata- y partiendo de la idea de que las acciones organizadas tienen ciclos y que cada ciclo se caracteriza por un repertorio de prácticas colectivas. Pienso en el ámbito de la comunicación, el arte, la cultura.
Ciclos y repertorios. Fueron las murgas, en los noventa, cuando el movimiento de los derechos humanos era un espacio de resistencia al pensamiento único y allí emergía una nueva generación -la de los H.I.J.O.S.- que incorporaba color, ritmo y alegría a la lucha. En otro momento –post 2001- serían los medios alternativos, el teatro comunitario, luego la movida de espacios culturales autogestionados, o las intervenciones artísticas en el espacio público.
Cada vez se multiplicaron los grupos, se cruzaron, se convocaron a encuentros y formaron redes; algunas veces más y otras veces menos concientes del sentido político de sus prácticas y sus reuniones.
Tengo la sospecha de que ahora empieza un nuevo ciclo y que tiene algo novedoso. La noticia es que los protagonistas no son los “productores” –o quienes solíamos identificar como tales- sino otros, que también producen sentido, pero que actúan en el plano de la mediación, la habilitación.
Insito: hablo desde un territorio acotado y con algunas ideas en crudo. Aquí y ahora, las iniciativas más activas, refrescantes y con vocación de encontrarse, están en ese eslabón de la cadena: editores, curadores y gestores culturales son los que están sacudiendo el mapa de lo político-cultural local.
¡Curadores! Tremenda novedad. No digo hace diez años: hace dos, era impensable encontrar personas y grupos que definieran su trabajo y su militancia como “curaduría”. Hoy no sólo podemos hablar de la experiencia de Síntoma, de Cocina de Arte o de Sala de Ensayo, entre otros, sino que en más de una oportunidad cabe afirmar que la obra es la curaduría  [Y dicho sea de paso, qué poco feliz es mantener el término curador para quien más bien dinamiza, teje redes y produce situaciones de encuentro y creación...]
También proliferan los centros culturales, espacios múltiples donde no sólo conviven distintos lenguajes sino también diversísimos grados de compromiso y ganas de cambiar el mundo, aunque más temprano que tarde surge la discusión política, la pregunta por el cambio social y la voluntad de encontrarse con pares. Y una suerte de segunda generación de estos espacios renueva por estos días las preguntas por el proyecto colectivo de “habilitar a otros”, de generar y sostener espacios de realización.
En el campo editorial, no sobresalen tanto los autores de los libros o las firmas de las notas periodísticas, como la legitimidad de la editora Pixel o la revista La Pulseada, o la prometedora emergencia de publicaciones como Otro viento, Mascaró o Estructural Mental a las Estrellas. Y son los editores autogestivos e independientes lo que buscan encontrarse y formar redes (O bien los escritores y poetas asumen y se autogestionan un rol de editores, como sucedió con el Club Hemingway, a punto de presentar su antología El último día del verano).
Al fin y al cabo, todos ellos –editores, curadores, tejedores y anfitriones culturales- son productores, y lo interesante es que empezamos a reconocerlo así, aún cuando el trabajo de lidiar con imprentas o procurarse la plata para la luz, el gas y el alquiler, empañan el aura de la “creación” que solía definir al trabajo artístico-cultural.
Y por casualidad o no, este incipiente reconocimiento coincide con una nueva etapa de sistema en el que (sobre)vivimos –y esto también lo escribo en borrador, en busca de un editor-: el pasaje del capitalismo de Hollywood, sostenedor del viejo modelo del copyright, al capitalismo de Google y Facebook, donde el negocio no radica en gestionar los medios de producción sino en controlar los mecanismos de distribución. No importa con quién, cómo y dónde surge una imagen, una música o un texto: la clave está en la circulación, y no hay circulación sin una comunidad construida, sin redes, sin circuitos de encuentro.
Suena interesante, entonces, que una parte de la movida cultural “del palo” esté hoy pensando y militando la edición, la circulación y los espacios de encuentro. Porque hoy sí, como decía la vieja máxima de Mc Luhan, el medio es el mensaje. Porque quizá, si Marx viviera, arengaría por el control de los medios de circulación. 
Curadores del mundo, ¡uníos!

3 comentarios:

  1. ¿dudas, objeciones, acuerdos, ejemplos alternativos, anécdotas asociadas, preguntas incontestables, impresiones sin filtro?

    ¡El Facebook está haciendo estragos!

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  2. Añadiría que en ese pasaje de un capitalismo del copyright a un capitalismo, que podemos ponerle "colaborativo" (muy en borrador), se pone en cuestión a los medios masivos. O por lo menos deber moverse para cambiar. No sólo la industria de cine, sino también la televisión (que parecía tener la vaca atada) en relación a la aparición y proliferación de Youtube.
    Entonces, por un lado, Hollywood + prensa (escrita y radial) + canales televisión. Por otro, Google, Facebook y Youtube.
    Y entra otra cuestión más, esos medios eran los que hacian (hacen) funcionar a la "oponión pública" (o a la ilusión de la opinión), ¿qué pasa ahora, con la creación de nuevos medios digitales, las plataformas interactivas y las formas de circulación de producciones y discursos?
    No voy a ser tecnofilico y decir que se viene una democratización inevitable de la sociedad. Pero algo pasará y puede estar bueno.

    matías lp

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