domingo, 30 de marzo de 2014

Malabaristas

Cuando nació La Pulseada, en 2002, decían que estábamos locos. Con el tiempo demostramos que no era así —o que se trataba de una sana locura— y supimos que no estábamos solos: hay centenares de publicaciones autogestionadas que garantizan la pluralidad de voces y perspectivas en distintas comunidades del país. Hace cuatro años nos asociamos para trabajar juntas y nos descubrimos como un actor vital del derecho a la comunicación. Hoy la tenemos difícil en lo económico y estamos resistiendo embates de las corporaciones. Quiénes somos, qué problemas enfrentamos, qué proponemos y qué reclamamos las integrantes de AReCIA.

Publicado en La Pulseada Nº 117, marzo de 2014 

“Una revista independiente es una revista que no tiene otros dueños que los que la hacen y que no tiene negocios paralelos más que el periodismo —dice Ingrid Beck, directora de Barcelona—. Se mueve ideológicamente según sus convicciones, no según criterios económicos”.
Convicción. Vocación. Pasión. Es eso lo que reúne a las más de 300 publicaciones que integran la Asociación de Revistas Culturales Independientes de la Argentina (AReCIA). Lo que hacen no es una mercancía. Diversas en sus contenidos y estéticas, todas implican otra forma de producir, que no busca multiplicar el lucro para considerar sostenible a un medio sino obtener una justa remuneración del trabajo realizado en forma autogestionaria. Muchas veces no lo logran, pero siguen adelante: “Sabemos que cada uno daría la vida por lo que hace. Somos acción, intransigencia y rebeldía —define Claudia Acuña, referente del colectivo Lavaca, que edita Mu—: Por todo lo que mueren los demás, que es el prestigio, a nosotros no nos mueve un pelo. Sí nos mueve, y nos podemos llegar a matar, si alguien se mete con nuestro producto, porque es nuestra vida. Entre revista y vida no hay diferencia”.
Lavaca nació al calor de las protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001, con crónicas que circularon por internet. Eran periodistas experimentados cansados de la lógica de los medios comerciales. Organizados en una cooperativa, desde 2006 editan el periódico Mu. Además hacen radio, enseñan, editan libros y sostienen un espacio cultural.
La idea original de Barcelona también data de 2001, aunque recién salió a la calle en septiembre de 2003, criticando a través de la parodia al periodismo de la época.
Ambos medios fueron los fundadores de la Asociación de Revistas Culturales Independientes (AReCIA), que hoy reúne a centenares de revistas de distintos lugares y tiempos.
“Las revistas culturales nos hemos constituido como un espacio de legitimación de la palabra, de la investigación, del debate, en donde la ética periodística sigue teniendo valor y la calidad de los productos realizados no tiene nada que envidiarles a los medios hegemónicos”, escribe desde Rafaela, provincia de Santa Fe, el grupo de jóvenes que edita la revista Mural. Son seis. Estudian en la universidad -privada: la única a la que tienen acceso en su ciudad- pero se conocieron en la militancia social y política. “Decidimos hacer Mural porque creemos que en nuestra ciudad, al igual que en todo el mundo, se difunde sólo una mirada de la realidad, la de los dueños de todo, una mirada que invisibiliza muchas otras formas de decir, hacer y pensar”. En Rafaela, ese medio es la tribuna de los que quieren otro mundo: “Buscamos denunciar lo injusto, lo que genera desigualdad, y también queremos mostrar los procesos organizativos desde abajo”. ¿Quién los banca? Ellos. “No hay patrón, no hay editores que dicen qué sale o no dependiendo de los intereses económicos de un grupo empresarial. Las decisiones se toman de manera colectiva y democrática. Con la revista apostamos a otra forma de construir y trabajar en un medio”, resumen. Cada número de Mural tiene el rostro de Silvia Suppo, una sobreviviente de la dictadura asesinada a puñaladas en marzo de 2009. Un supuesto robo. En el pueblo, todos saben otra cosa. Pero nadie dice.
La imagen de Suppo en la contratapa de la revista no es una buena estrategia para salir a vender publicidad. Sí para mostrar que otra comunicación es posible.
En Rafaela hay reglas implícitas para hacer un periodismo “rentable”:
No cuestionar la soja.
No mencionar los agrotóxicos.
No hablar de negocios inmobiliarios.
No discutir la historia oficial.
No investigar al transporte.
Es decir: no hacer periodismo.
La historia se repite pueblo a pueblo. Las publicaciones independientes libran batallas cotidianas contra la monopolización de las voces, los contenidos y las estéticas. Y lo más importante: hablan sin restricciones de política, género, música, filosofía, artes visuales y prácticas corporales, entre otros temas. Viven de lo que dicen y no de lo que callan, como hacen los grandes medios comerciales.

Independientes, no neutrales

En Bariloche, los que dicen se llaman Al Margen y llevan diez años dando batalla. Es una revista hermana de La Pulseada: creció junto a un intenso trabajo social con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad. “Al Margen es una organización social que, entre otras actividades, edita una revista de la calle —define Sebastián Carapezza, el coordinador editorial—: La revista es quizás la parte más visible, pero entre los compañeros se han ido desarrollando otros brazos”. Tienen una cooperativa de construcción donde trabaja una decena de jóvenes; el espacio “El semillero”, donde brindan talleres artísticos y de oficios; y además hacen actividades culturales en barrios. Participan de mesas y redes por la niñez y adolescencia, y siempre buscan articular con otros medios de comunicación populares. “Todo eso es Al Margen —resume Carapezza—. En nuestro caso el proceso se dio a la inversa de lo que marca cierta lógica de las organizaciones. Primero nació la revista y después creció la organización social, la dimensión política. Hoy lo que hace interesante al proyecto es la variedad de actividades que desarrollamos en diferentes planos”.
Los editores lo saben bien: la comunicación es política y todos los medios tienen intereses. La pregunta es cuáles.
Detrás de quienes concentran el panorama mediático hay soja, petróleo, timba financiera, concesiones de aeropuertos y autopistas y mucho más.
Detrás de las revistas independientes hay organizaciones sociales, centros culturales, grupos de jóvenes, cooperativas de trabajo, editores con vocación por lo que hacen.
No son “grandes” y “chicos”. Los revistas autogestivas –independientes del poder económico y del poder político- estamos lejos de ser marginales: se calcula que el sector de las revistas independientes del poder económico y del poder político aglutina un promedio de dos millones de lectores mensuales y realiza un aporte significativo a la industria gráfica, que el año pasado ascendía a los $3,5 millones por mes destinados a pymes de todo el país. 

En la cuerda floja

Cada año, los censos de AReCIA traen una buena noticia: somos más. El nacimiento de nuevas revistas —pese a que el precio del papel y otras adversidades nos obligan a hacer malabares para subsistir— revela la vigencia de los medios impresos para expresar la diversidad cultural de las comunidades. En la asociación, las publicaciones recién nacidas se encuentran con otras, “hijas del 2001” como La Pulseada o Mu, e incluso más experimentadas. “Hay revistas que tienen 20 años: vos imaginate que sobrevivieron a corralitos… Cuando vos te sentás con una persona como Julia, que algunos la miran como si no supiera hacer nada, y sabe hacer cosas que Fontevecchia todavía no aprendió…”, sentencia Acuña.
Julia es Julia Pomiés, de Kiné, una revista dedicada a cuestiones corporales que desde 1992 persiste, por la fidelidad de sus lectores: docentes, agentes de salud, estudiantes y especialistas en distintas disciplinas vinculadas al cuerpo. “Arrancamos en una crisis”, dice Pomiés, que ya no le teme a ninguna tormenta. El capital inicial surgió de la indemnización que ella y Carlos Alberto Matos, los impulsores del proyecto, cobraron tras ser despedidos de la Editorial García Ferré, en los primeros años del menemismo.
La conversación con La Pulseada se da en los primeros días de 2014, cuando los editores comenzábamos a enterarnos de aumentos de costos que oscilaban entre el 30 y el 70%. “La amenaza de la inflación es grave porque es un negocio donde la plata se recupera 75 días después de haberla puesto —explica Julia, y tiene confianza—: Hay que tener mucho cuidado, pero ya pasamos otras crisis; suponemos que ésta no va a ser la peor”.
“Los principales problemas actuales son los costos industriales, que son altísimos, la falta de pauta publicitaria y el ahogamiento que nos produce el sistema de distribución. O sea: todo”, resume Beck (ver subnotas). Acuña define el momento actual en dos palabras: “Estamos sobreviviendo”. Y aclara que en Argentina, con la experiencia de la dictadura a cuestas, “hay que tenerle mucho respeto a la palabra sobreviviente”.
—Estamos sobreviviendo quiere decir estamos peleando. Y si tenemos claro el principio por el cual peleamos, yo creo que es una cuestión de tiempo, pero es un hecho: el futuro es nuestro. Lo que me parece interesante de la supervivencia es ponerse de pie. Ningún sobreviviente está de rodillas: está de pie acusando y da testimonio.
¿De qué damos testimonio?
—De lo que significa la concentración. Y de por qué el lector es el perjudicado, no sólo nosotros. Estamos dando testimonio de lo que significa una corporación que es monopólica en el papel y nadie la tocó. Papel que además está manchado de sangre y de mierda. Cosa que nadie cuestiona ni se ha logrado mover en todos estos años. ¿Cómo va a haber democracia informativa si hay sólo tres diarios que tienen el monopolio del papel? Es incompatible. Y nadie se escandaliza por eso.  Cada tanto aparece en la agenda, aparece como si fuera el caso Graiver: ¡no! ¡Es el caso Argentina! Tres diarios fijan el precio del papel: ése es el mayor agravio a la libertad de expresión. Eso es dictadura. Eso es Videla. No es metafórico. El modelo corporativo tiene la simplicidad de lo brutal. Su negocio es controlar o destruir. Por eso somos enemigos naturales de Clarín. No es personal: es ideológico.

La nueva batalla

Ocho años atrás, Clarín y La Nación —los diarios que, asociados con la dictadura, se quedaron con la producción de Papel Prensa— sólo dominaban el mercado de diarios. De un tiempo a esta parte, amenazados por la caída de sus ventas, irrumpieron también en el mercado de revistas. Hoy editan más de 30 títulos cada uno, según informó la Sociedad de Distribuidores en el Foro Social de Revistas Culturales realizado en octubre de 2013. Ninguno de sus productos llega a kioscos desde el Centro de Distribución, requisito obligatorio según las regulaciones vigentes: en cambio, las empresas hacen que los camiones deban retirarlos directamente en imprenta, evitando pagar el porcentaje que sostiene el sistema al que sí deben recurrir los más chicos.
“Su estrategia es comerse al resto. No hago un juicio de valor sobre esto, simplemente describo la dinámica actual que todos los que estamos sentados acá conocemos”, definió Fernando Ausas, titular de la Dirección de Regulación del Sistema Nacional Integrado de Venta y Distribución de diarios, revistas y afines, que depende del Ministerio de Trabajo, en una de las reuniones que se realizaron el mes pasado con representantes de AReCIA, el gremio de canillitas, la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas de la Capital, la Asociación Argentina de Editores y otros 40 referentes del sistema que hoy está en completamente en crisis (ver “La distribución”).
En el circuito porteño ya cerraron 1.000 kioscos y otros tantos están endeudados con Clarín, que hoy hace con puntos de venta y distribuidores lo que en los ‘90 hizo con los operadores de cable del interior: fundirlos para quedarse con todo. “Hoy está dominando la mitad de los recorridos de Capital, con compras que son fraudulentas y se están investigando”, denuncia Acuña.
Clarín y La Nación, los grandes ausentes en aquella reunión, están pagando a los canillitas un porcentaje menor al 33% del precio de tapa que establecen las reglas vigentes. En otras palabras: las revistas independientes que van a kioscos pagan costos más altos que los grandes medios.
“Yo no espero nada de la corporación, más que se muera. Y yo estoy totalmente convencida de que Clarín se está muriendo, como se murió La Prensa y era una híper empresa... —dice Acuña—: El tema es si en esa muerte no nos arrastra a nosotros. Yo creo que en eso está teniendo éxito: porque todavía manda como modelo. Algunos todavía creen que el periodismo es eso. Lo ves en Tiempo Argentino, que lo imita en todo y quiere ser el Clarín bueno. Estamos obligados a crear. Eso es matar a Clarín. Cada vez que se produce una novedad en el periodismo Clarín muere un poco más. Para mí este momento es una fiesta: antes, hacer periodismo era repetir una fórmula; ahora, hacer periodismo es crear algo nuevo”.

Notas relacionadas

sábado, 29 de marzo de 2014

2-A: Desbordes

Varios (cada vez más) colectivos de la ciudad de La Plata estamos impulsando juntos este punto de encuentro de acciones culturales, a un año del 2-A que marcó un antes y un después en la ciudad.


Hace un año, la inundación sacó a flote lo peor y lo mejor de la ciudad. Nos encontramos con una ciudad ajena, fragmentadxs, incomunicadxs. Pero también capaces de organizarnos para articular la solidaridad, reclamar justicia y proponer nuestras propias imágenes y relatos. Distintos colectivos impulsamos acciones artísticas y comunicacionales para superar el naufragio. Este 2 de abril proponemos reunirnos todos juntos, en la plaza, bajo el techo de una carpa y el abrazo del reclamo compartido.
Un punto de encuentro para las acciones desde el arte, la comunicación y la cultura.


Convocan: ARECIA La Plata y MediosPopularesLP (La Pulseada, Otro Viento, Estructura Mental a las Estrellas, Mascaró, De Garage, Anred, Radionauta, Radio Estación Sur, Radio Futura, La charlatana, Tinta Verde, Letercermonde, Marcha), Lectores Salvajes, Malisia,
Pixel Editora, Club Hem Editorxs, Síntoma Curadores, Colectivo Libélula, Volver a habitar, La grieta, Laboratorio de ideas, La marca del agua, Prohibido olvidar, Colectivo Mostro, La Talita dorada, Detectives Salvajes.

El telégrafo, Sarmiento y la Sociedad Rural

Quienes hacemos trabajo editorial lo sabemos: los cierres siempre son injustos. Uno nunca llega con todo lo que quiere escribir. En Historia de los medios de comunicación, donde queda claro que el telégrafo fue una tecnología bélica y al servicio del capitalismo moderno, me quedé con ganas de escribir con más detalle una bajada local sobre el tema.
En su variante eléctrica, el telégrafo llega a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el país estaba atravesando profundas transformaciones. Se perfilaba un Estado moderno con un rol asignado en el mercado mundial: la producción agropecuaria. No es casual que la trayectoria del telégrafo se mezcle, por ejemplo, con la de la Sociedad Rural.

Esta historia tiene algunos nombres propios que son significativos. Aunque la idea no es quedarse con los nombres, sino con las posiciones sociales, las ideologías, los discursos y las acciones.
El primero es Richard Black Newton (1801-1868), un inglés reconocido como “el introductor del alambrado” en Argentina, algo que algunos piensan –ideología mediante- como un gran mérito.  Y adivinen qué: fue, además, uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina.

¿Cuándo se instaló ese primer alambrado? En 1845. El país estaba perfilándose como Estado moderno liberal, inserto en el mercado mundial con un rol dependiente, basado en la exportación de materias primas. Un país proyectado con desigualdades internas: los que tienen y los que no tienen. Los que están de un lado y del otro del cerco.
Así es que en 1845, Black Newton compró 100 atados de 150 yardas cada uno, y cercó la quinta, el parque y el monte de su estancia en el partido de Chascomús, a orillas del río Samborombón. Era un alambre bastante básico. Tres décadas más tarde, en Estados Unidos se inventó el alambre de púa, un hito en el cercamiento de campos, que en Argentina comenzó a utilizarse hacia fines de la década de 1880. En su Instrucción del estanciero (1882) José Hernández, el autor del Martín Fierro, afirmaba que “la modificación de mayor consecuencia introducida en la industria rural ha sido la de los alambrados”.  Y en esa misma época, Sarmiento se quejaba de los agricultores pampeanos que no cercaban sus terrenos. Asociaba el alambrado a la civilización. Lo contrario: el vagabundeo, el robo de ganado, la barbarie. “Enriquézcanse, no sean zonzos. Cerquen, no sean bárbaros!”, instaba el propio Sarmiento a los estancieros, según consta en las notas biográficas de su nieto, Augusto Belin Sarmiento.

Insisto en esto: estamos hablando de mediados del siglo XIX, hace poco más de 150 años. Si el hombre que es considerado el introductor del alambrado, alambró en 1845, quiere decir que antes de 1845 no había alambres demarcando la propiedad privada. Dos décadas después, en 1866, se fundó la Sociedad Rural Argentina. Tenía trece fundadores. Uno era Richard Newton, que ejerció la vicepresidencia.

En un libro titulado Sarmiento y las telecomunicaciones. La obsesión del hilo, en el que Horacio Reggini ensalza la figura de Sarmiento y otros de su generación, adhiriendo a su matriz ideológica del “progreso”, sostiene que la “obsesión por hilo” tenía dos facetas: el hilo de los alambrados y el hilo del telégrafo.  “Ambos poseen connotaciones similares: contribuyeron decisivamente a transformar el ambiente anterior, creando uno nuevo de cualidades muy distintas”, escribe Reggini (y dice más: según él, “los hilos del alambrado fueron en cierta forma equivalentes a los hilos del telégrafo”, porque “establecieron una diferencia insalvable entre ´los que están fuera´ y ´los que están dentro´”. La brecha era legal, cultural y tecnológica. Era la propiedad y era la comunicación. “Ambos alambres dejaron afuera a la ´barbarie´ y dieron paso a la ´civilización´”, dice Reggini, bien sarmientino).

Sarmiento –durante su presidencia, que fue de octubre de 1868 a octubre de 1874- fue el gran impulsor del telégrafo. Lo promocionaba hacía tiempo, incluso en momentos en que el Estado nacional todavía era reacio a su implementación en el país.
En 1857, cuando Sarmiento ya se desempeñaba como redactor en jefe, el diario El Nacional publicó una nota que destacaba el “nuevo sistema que puede ser de grande utilidad para los ejércitos y para las exploraciones científicas”, que ya extendía en el mundo central. Al año siguiente, de hecho, se hizo el primer gran intento de conexión internacional (entre Irlanda y Terranova), que dejó de funcionar a los 15 días de su colocación. El enlace transatlántica exitoso se lograría en 1866, conectando desde entonces las bolsas de Nueva York, Londres, Paris, Bruselas; agilizando el comercio internacional de un modo antes impensado. Fue precisamente la época en que Sarmiento residía en Estados Unidos, enviado como Ministro Plenipotenciario.

No es casual que el gran impulso para la instalación extendida del telégrafo en Argentina haya ocurrido durante su presidencia, a partir de 1868. Una década antes, Mitre había rechazado un pedido para atravesar el territorio del Estado con una línea telegráfica.
Pedidos relacionados a la instalación del telégrafo hubo desde principios de la década de 1850. Sin embargo, fue recién en mayo de 1860, con la inauguración del trayecto Merlo-Moreno del ferrocarril del Oeste, cuando comenzó a funcionar la primera línea telegráfica pública: 21 kilómetros de hilos, que acompañaban a los rieles.
Luego, igual que había sucedido en Europa, la guerra fue un impulso para el telégrafo. Es decir, el telégrafo funcionó también aquí como tecnología bélica, en las dos intervenciones genocidas que protagonizó el Estado argentino.
La primera: la guerra de la infame Triple alianza que Argentina, Brasil y Uruguay, al servicio del imperialismo británco, llegaron a cabo para aplastar a Paraguay (1864-1870). Para mantener una comunicación permanente en el frente de batalla, se empleó un “tren telegráfico” que acompañaba el desplazamiento de las tropas.
Unos años más tarde, la guerra contra los pueblos originarios –en la eufemísticamente llamada “Campaña del Desierto”- motorizaría la ampliación de las conexiones hacia el sur del país. El avance de las líneas telegráficas era el avance de las tropas.
En el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires, en el partido de Villarino, hay una localidad llamada Mayor Buratovich. Quizás alguno la conozca. Esa localidad toma el nombre de un militar, que llegó a Buenos Aires en 1869, ingresó al Ejército en 1875 y participó de la campaña de Roca como ingeniero y como soldado. Lo apodaban “el Gringo de los postes”. Estuvo encargado de dirigir el tendido de las primeras líneas de telégrafos de las tropas que llegaban a Carhué, uno de los últimos bastiones de la resistencia mapuche. En abril de 1880, bajo las órdenes del coronel Villegas, trabajó en la construcción de la línea telegráfica de Bahía Blanca a Patagones, y luego hacia Choele-Choel, a Neuquén, por la margen izquierdo del Río Negro. El telégrafo llegó a Río Negro en 1881.
Y acá también hay que hablar de la Sociedad Rural. No olvidemos que las leyes posteriores a la autodenominada Conquista del Desierto enajenaron unas 34 millones de hectáreas. Sólo 24 personas obtuvieron parcelas que oscilaron entre las 200 y las 650 mil hectáreas. En ese reparto intervenía el lobby de la SRA..

Volvamos a Sarmiento. Cuando este dirigente político –que la historia oficial nos ha estampado como “el padre de la escuela”- asumió la presidencia había dos líneas telegráficas en funcionamiento: la que acompañaba al Camino de Hierro del Oeste –el ferrocarril que unía Buenos Aires y Moreno- y el cable submarino hacia Montevideo. Dos años después, ya funcionaban 836 millas telegráficas y había otras 1000 en vías de construcción.
Sarmiento identificada varios “medios de acción que aceleran el movimiento de los pueblos”: el telégrafo, el ferrocarril, el correo, la moneda decimal, el alumbrado de gas, los molinos y las prensas mecánicas.
Ese 1873, en su mensaje anual al congreso, Sarmiento dijo: “El telégrafo es una forma de correspondencia epistolar cuya transmisión es función nacional. Casi todas las potencias continentales de Europa hicieron del telégrafo un ramo de la administración pública…”. Ese año se anunció que ya había construidas 4000 millas. La expansión telegráfica en esos años fue una vorágine. De hecho, su ministro y hombre de confianza Dalmacio Vélez Sarsfield fue increpado por la oposición por haber utilizado partidas reservadas para la construcción de puentes y caminos. Fue en esa ocasión que Vélez dijo ante los legisladores una frase emblemática: “los telégrafos también son caminos; son los caminos de la palabra”.
Sarmiento coronó el final de su gestión con la puesta en marcha de la “conexión de Argentina con el mundo”. Fue el 5 de agosto de 1874, anunciado con toda pompa –ese día fue declarado feriado- y con un signo político claro. Ese día, tras la inauguración, Sarmiento saludó por vía telegráfica: a la Reina Victoria, al Papa Pío IX, al monarca lusitano, al emperador alemán Guillermo I, al presidente de Francia, al rey de Italia, al presidente de España, al presidente de la República Oriental y al presidente de los Estados Unidos. El jefe de Estado norteamericano le escribió: “al terminar mi gobierno dejo mi país en contacto con todas las naciones. La República Argentina está desde hoy a las puertas de los Estados Unidos”.

Como se sabe, en todo el mundo el impulso del telégrafo tuvo dos grandes motivaciones: una bélica, otra comercial.
La dimensión bélica del telégrafo argentino ya la hemos mencionado. Y no hay que ser inocentes en este sentido: lo bélico es también lo económico. La historia de la expansión del telégrafo hacia nuevas regiones es la historia del avance de los ejércitos, y esa historia se explica por el avance de la frontera agrícola.
En tanto, para entender la dimensión comercial de nuestro telégrafo hay que pensar la inserción en el mercado mundial. No es casual que las conexiones telegráficas fueran directo a las grandes bolsas comerciales. A partir del telégrafo, la venta de granos empezó a hacerse antes de que llegaran al puerto de destino; incluso antes de ser cosechados.
En ese sentido, en su libro De los quipus a los satélites: historia de la tecnología en la Argentina, Tomás Buch y Carlos Solivérez destacan cuatro grandes componentes que posibilitaron el desarrollo económico capitalista del país en la última parte del siglo XIX: los ferrocarriles, el frigorífico, la navegación a vapor y el telégrafo: “Ninguno de esos elementos tuvo su origen en nuestra nación, pero sus efectos fueron profundos: cambiaron toda la estructura productiva del país y lo implantaron firmemente en una economía ya mundializada”, escriben.
En eso pensaban Sarmiento primero y Avellaneda luego cuando impulsaron y legislaron el telégrafo. Entre uno y otro goberno, cabe recordar, hubo un levantamiento encabezado por Bartolomé Mitre (que había ocupado antes la presidencia, hasta 1868), expresión de una de las crisis que la élite gobernante atravesó en esa época. Sarmiento lo derrotó poco antes de entregar el gobierno. En esa ocasión, el delegado norteamericano Thomas Osborn informó a su gobierno que el golpe de Mitre había sido “vencido por el ferrocarril, el telégrafo y los Remington”.
Cuando asumió la presidencia, Avellaneda unificó Correos y Telégrafos en una misma dependencia y designó como Director General a Eduardo Olivera: uno de los trece fundadores de la Sociedad Rural, que había sido su primer presidente, secundado por el gringo que trajo el alambrado a la Argentina.

martes, 25 de marzo de 2014

Libros libres

En una plaza, en el asiento de un colectivo o quizá, a veces, en la mano de alguien. Desde mañana tengo pensado liberar un libro por semana.
Podría escribir razones o citar mil antecedentes. Hay varios grupos que promueven la “liberación de libros”, en general en torno a una fecha. Yo quiero volverlo algo cotidiano.

Una precisión para obsesivos: sí, serán 52 libros por año. Tendré que imaginar lugares, para no repetirlos; y me permitiré la licencia de poner algunos en manos conocidas y que sean parte de la cuenta.
La idea es echar un libro al ruedo cada siete días. Hasta que me convenza de lo contrario o ya no tenga más libros.

Este post irá variando en el tiempo. Acaso se me ocurra contar aquí la historia de algún libro, o llevar la antojadiza lista de los liberados. Podrá ser, en alguna oportunidad, el punto de encuentro con algún desconocido que se tope con un libro andante, tipee la dirección de este blog y quiera comentar algo.
Por ahora, es un aviso.
Los libros son más buenos cuando circulan.

Ahora me voy a dormir pensando qué libro saldrá mañana de casa en busca de nuevos lectorxs.

[25-03-2014]

Hace cuatro meses arranqué con esto. Al principio me adelanté a las fechas; ahora, llevo un par de libros de retraso. Acabo de "liberar" el decimoquinto libro. Fueron los Suenhos tupamaros de Xuan Pablo González. Lo dejé en la vía pública, a unos metros del lugar donde hace 233 años ejecutaron a Túpac Amaru II, el líder de la mayor rebelión indígena contra el colonialismo español.


[25-07-2014]

En los tiempos que corren el blog pasó de moda: la gente anda por las redes sociales. He tenido más rebote por ahí que por esta, la vía prevista. 
En enero, mientras iba de una punta a la otra de la ciudad buscando casa, hice una liberación de libros a lo largo de toda la diagonal 73, en La Plata. En mi muro colgué una foto en Facebook del Nº 50, La habitación cerrada de Paul Auster. Una amiga (¡un contacto de FB!) comentó contando que había encontrado uno -lo había dejado yo, unas cuadras más allá.
Tres semanas después me escribe un privado JOse Maldo. Me llama "blasfemo" (bien, entró el blog!) y me cuenta: "un amigo encontró un libro q liberaste en la calle, lo leyó y me lo pasó.. como tenia un montonazo de hojas sueltas, lo cosí y lo reencuaderné.. ahora tiene tapa dura y todo.. me encantó el librito, lo leí y ya está listo para ser liberado de nuevo.. nada eso.. quería comentarte una anécdota para sumar a las vueltas locas de la vida! ahí te mando unas fotitos de cómo quedó! salud colega liberador de libros!". El libro liberado renació, y me llegaron sus fotos.

[26-02-2015]

sábado, 22 de marzo de 2014

lecturas/2 – El retorno de los nómades

Últimamente he leído varios libros con alas. El último me lo prestó Ana Colombina y está escrito por Lía Schenck, de quien no sé si nació en Argentina o Uruguay ni cuántos años tiene, pero no importa porque está claro que es una niña y habita un mundo libre de patrias.
De conocerla, le pediría que me mostrara sus pies, porque como dice Lía en las plantas de sus pies los nómades tienen huellas de caminos. Seres hermosos, los nómades:

…tienen alas para volar
pero cuando andan por la tierra
y tienen frío, transforman las alas
en bufandas.
Cuando tienen sueño las transforman
en almohadas y cuando llueve no las
transforman en paraguas y caminan
bajo la lluvia mojándose las alas

El tratado poético de Schenck es un libro que busca en el pasado para ser en el presente. Los nómades, dice, “eran seres humanos que iban y venían tratando de descubrirse y tratando de descubrir el mundo”. Y sigue:

Habría mucho para investigar sobre aquella
existencia pero es bien sabido que ser sedentarios
lleva a los seres humanos casi todo el tiempo de sus
vidas y no les deja tiempo para ese tipo de
investigaciones.
[…]
En cualquier momento de la vida, un sedentario
puede empezar a ver la vida de otra manera si
aprende las maneras naturales de los nómades.

[…] en todo corazón sedentario late un
nómade que quiere ver la luz. Que quiere caminar
en espiral y andar por la lluvia y desplegar
las alas.

[…] es necesario que los
sedentarios estén atentos al período en que
comiencen a desarrollarse las alas.
En esos días y en esas noches, sobre todo en esas
noches, pueden tener sensaciones de vértigo o
náuseas o un incontrolable deseo de llorar
arrepentimientos antiguos. Se recomienda en esos
casos, mirar o recordar el vuelo de los pájaros y
hacer de cuenta que los pies se apoyan en las nubes.


Lía Schenck. El retorno de los nómades. Tratado poético 
acerca de nosotros mismos. Rumbo Editorial, Uruguay, 2009

jueves, 20 de marzo de 2014

Una historia de los medios “desde abajo”

Otra Ramona: fue editada en el Chile
de la Unidad Popular, por la editorial
Zig-Zag, parte del proyecto de forjar
una "industria cultural revolucionaria"
“…tratan de borrarnos la historia porque saben que las luchas de liberación son semillas, los ejemplos sirven de simiente para los que vienen atrás, las experiencias se suman y entonces los luchadores saben que deben hacer y que no, aunque mayormente prefieran darse cuenta por sí mismos” (Guillermo de Posfay)

Cuatro años atrás, cuando con un grupo de colegas del área de comunicación de la UNQ escribíamos el plan de estudios de la Tecnicatura en Gestión de Medios Comunitarios que hoy tiene plena vida, decidimos incluir “Historia de los medios de comunicación” como parte de la formación obligatoria, acompañando la construcción de saberes sobre planificación y gestión, el derecho a la comunicación, la economía social, y la teória-práctica de la comunicación transformadora.
Hace unos meses me convencí del sentido de ese curso. Estábamos bocetando un diplomado en prácticas de comunicación popular, un trayecto formativo más breve que podrá cursar cualquier persona mayor de 16 años y que recorrerá distintos puntos del país como parte de la política de extensión y educación popular de esta Universidad pública. Cuando yo dudaba sobre la inclusión del curso histórico, una compañera me refutó:
- No: Historia tiene que estar, es la materia para construir memoria popular. Nuestras organizaciones necesitan eso.

Esa tarde recordé aquella frase muy citada de Walsh (originada en una entrevista con Ricardo Piglia que nunca se publicó completa), en la que el creador del diario de la CGT de los Argentinos, el Semanario Villero, ANCLA y Cadena Informativa dice: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre  que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas".
Construir este curso, en el marco de este proyecto de una universidad pública y popular, planteaba tres desafíos: indagar la historia de los medios –todavía un campo de conocimiento muy incipiente-, hacerlo desde América Latina y además pensarla desde los sectores populares, recuperando sus experiencias de apropiación de estas tecnologías y el rol de la comunicación en los procesos de transformación social.
Se trata de desafíos permanentes, que cobrarán vigencia y tendrán nuevas respuestas con cada grupo de trabajadores-estudiantes. La carpeta del curso, que es lo que venía a compartirles acá, es sólo un disparador para introducir el tema y movilizar algunas inquietudes. Está recién terminada y quería compartirla. Bienvenido sea que ruede, que se discuta, que vaya y venga con agregados y preguntas. Lo importante es aportar a una memoria popular que no sea propiedad privada de nadie, que nos enseñe las lecciones del pasado no para repetirlo, sino para esquivar las piedras con las que alguna vez tropezamos; no para aplicar recetas, sino para inventar con más potencia.




domingo, 9 de marzo de 2014

La Plata Spoon River

En unas semanas se cumple un año del naufragio platense. Acaba de salir de imprenta la antología La Plata Spoon River, iniciativa del abogado y poeta Julián Axat de la que tuve el gusto de participar.
Les comparto el poema que escribí para ese libro*, epitafio de Cristhian David Mendoza Benitez, una de las víctimas de la inundación.

Soy Cristhian David
Hijo del mestizaje
Hijo de la pobreza
Hijo de la migración
Nunca supe de dónde era
Fui y vine
   La Plata, Caaguazú
   Caaguazú, La Plata
Me concibieron allá
Me parieron acá
Me ahogaron allá
Me enterraron acá

Y mis papás acá
me imaginan allá
Me tienen acá
pero me piensan allá
 me ven
con los abuelos.
No pueden admitir
la violencia del agua
  del arroyo mal domado
Que se llevó a los viejos
Que se llevó la casilla
Que me llevó
Que me devolvió acá
sin el título
apenas con un certificado frío
y el nombre equivocado

Somos los Mendoza
Somos los Benítez
Somos los Garay Ruíz
Somos los sin tierra
Los que migran buscando
Los que buscan migrando
Acá y allá
   en la ciudad universitaria
   en la capital de la madera
Somos, siempre
  los sin futuro
  los sin historia
  los sin derechos
  los sin patria

¡Mi nombre tiene una H!
La H no se pronuncia
Ni se pronuncia, mi nombre
  allá
     donde iba a ser licenciado
se pronuncia acá
     donde no admiten la violencia
     del arroyo mal domado
     donde escriben Cristhian
     y firman “repatriación”

Aunque yo
     Cristhian David
         Mendoza
         Benítez
         Garay
         Ruíz
nunca supe cuál es mi patria
si la de agua o la de tierra
la que sobra, la que falta
la que mata, la que sepulta
la que niega, la que llora

o una nueva que todavía esperan
los sin justicia
acá
y allá
con una H en la garganta.


*Basado en la investigación del caso que hicieron Josefina López Mac Kenzie, Milva Benitez, Laura D' Amico y Cristian Lora para La Pulseada.
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